23 agosto (1): ¿Próximo o prójimo?
- Javier Garcia

- 23 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Yo estudié cuando éramos "muy españoles y mucho españoles", así que en clase de geografía del mundo decíamos y escribíamos, no sin cierta reticencia del profesor, Méjico, cuando en realidad él hubiera preferido hablar del gran Virreinato de Nueva España. Más se hubiera enfadado el comprometido maestro ante los textos modernos, que no emplean sino la grafía México. Curioso e ignorante, he indagado en la cuestión. Ya sabía que el origen de la palabra es azteca, porque ellos mismos se hacían llamar mexicas, pero desconocía, y he descubierto tras no demasiado profusa búsqueda, que la discrepancia entre ortografía y fonética tiene su origen en la evolución, y definitiva desaparición, de un sonido del castellano antiguo que semejaba a la “sh” inglesa y que, tras su extinción, mutó en jota. En resumidas cuentas, que es correcto decir Méjico, pero debe escribirse México.
Rondábanme estas y otras intrascendentes preguntas, cuando reparé en que existía otra pareja de palabras de parecidas connotaciones: próximo y prójimo. Barrunto que su divorcio tiene origen fonético, igual que en el caso de México, solo que en esta ocasión la deriva del sonido ha propiciado un cambio semántico notable. Así, próximo, al menos en una de sus acepciones, hace referencia a la cercanía afectiva, de modo que por próximos también entendemos a familiares y amigos. Por el contrario, prójimo, el que canonizó el mandamiento cristiano por excelencia ("ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo"), es el otro distante, cualquiera de nuestros congéneres. Nos hayamos, pues, ante dos términos de muy probable común raíz, pero tan opuestos hoy en su significado que, en buena medida, pueden considerarse antónimos.
¿Y a qué cuento viene todo esto? Pues a que quienes ostentan cargos políticos, normalmente tan proclives a beneficiar a sus próximos en detrimento de los prójimos, han decidido exorcizar a los primeros, imponiéndoles una distancia prudencial entre ellos, de modo y manera que, ¡vaya con la política y el coronavirus!, exiliados los unos de los otros, devengan tan prójimos como los desconocidos. Y, de este modo, sin consideraciones fonéticas, ortográficas o semánticas, se acaba con el secular distanciamiento de los términos y se ensancha el abismo entre las personas. Así que ya no quedan próximos, solo prójimos y, por cierto, no de esos que los evangelios mandan querer, sino más de aquellos de los que se desconfía, de los aludidos por el femenino “prójima” (según la RAE, mujer de conducta dudosa). Y es que el palabro da mucho de sí y también nos ofrece un ejemplo único de cómo el prejuicio machista puede aprovechar un simple cambio de género para alterar profundamente la semántica de un mensaje que, en este caso, pasa del tono compasivo al más descarnado peyorativo.
Nota de penúltima hora: el Gobierno Vasco ha reculado en su intento de regular el número máximo de reunidos a diez. En el caso de los encuentros circunscritos a la vida privada, el límite mencionado pasa a ser solo una recomendación.

Comentarios