22 enero 2023 (2): Abortada la insurrección antiabortista

Hay gente que se cree capaz de cambiar el sentido de la flecha del tiempo, que osa retar al segundo principio de la termodinámica y que cree que a estas alturas de la historia es posible revertir los logros sociales que han hecho de la mujer dueña de su cuerpo y de la ley algo que está por encima del catecismo. Ya sabéis a qué me estoy refiriendo, a la balandronada a cargo del vicepresidente de la Junta de Castilla y León tratando de imponer a las mujeres que se proponen abortar oír antes el latido del corazón del embrión o del feto.

Estas gentes, que por su proyecto político también necesitan de planteamientos totalitarios en cualquier otra esfera de lo público y hasta de lo privado, suelen apostar por la confesionalidad religiosa, en los USA o en Brasil de la mano de los evangelistas más retrógrados y aquí a partir un piñón con la Conferencia Episcopal Española, enemiga declarada del Papa Francisco. Su obsesión por el control del pensamiento es tal que no se conforman con anatematizar y liquidar, si pueden, cualquier discrepancia política, sino que aspiran a meterse en nuestros hogares y, si se les deja, en nuestras camas, para dictarnos lo que tenemos que hacer, no en conformidad con nuestras propias convicciones, sino en sintonía con las suyas, las únicas tolerables para el bien de la nación y la salvación de las almas.

No es de extrañar, pues, que estén dando la batalla global contra el derecho al aborto de la mano de juristas antediluvianos y de supersticiosos intolerantes que creen ser los únicos merecedores de que se les abran las puertas del paraíso. Yerran, pinchan en hueso, porque impregnada la ciudadanía actual del relativismo imperante y consciente una mayoría social de que la ciencia discrepa radicalmente de sus planteamientos mágicos acerca de la naturaleza humana de grupos de células indiferenciadas o de tejidos todavía escasamente especializados, supuestamente transustanciados por una divinidad que desde la concepción insufla en ellos el alma inmortal, gran parte de las mujeres, y de sus parejas, entienden que el llevar a término la gestación o no es un derecho inalienable de la embarazada. Más aún, esta forma de pensar es también mayoritaria entre las féminas de las clases altas y pertenecientes a entornos familiares de pensamiento conservador.

No sé cómo osan insistir en esta estéril polémica, porque hace no tanto tiempo ya se produjo un intento mucho más serio de revertir este derecho a cargo del Ministro Ruiz Gallardón y la cosa acabó con la carrera del iluminado, porque quien era entonces Presidente del Gobierno supo ver que esta insensata intolerancia lo llevaría a una sangría de votos sin par en las últimas décadas.

Supongo que la única explicación a este desvarío es la necesidad imperiosa de Vox de diferenciarse del PP, sobre todo desde que este último se haya echado en brazos de la reacción más rancia y le haya comido mucho del espacio político que ocupan los más inertes, los incapaces de cambiar el paso en sintonía con el ritmo de los tiempos. Claro que el Partido Popular tampoco se va de rositas de esta guerra de los úteros, porque aunque esconda la mano tras arrojar la piedra estaba ente los lapidadores, porque en el fondo son también hijos del mismo nacional catolicismo y porque necesitan de la Iglesia preconciliar para dar la batalla ideológica al progresismo en el poder. Claro que en medio de este rifirrafe ya se han dejado oír las preocupadas voces de quienes son de derechas, pero no comulgan con ruedas de molino ni con hostias de pan ácimo, aquellos cuyo único propósito es que el poder político apuntale su supremacía económica, por eso el inefable Jiménez Losantos animó a Rocío Monasterio a que "pusiera el latido de un niño de politono, si eso le hacía ilusión".