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22 agosto 2021 (1): No fiestas

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 22 ago 2021
  • 2 Min. de lectura

Estamos inmersos en el periodo tradicionalmente más festivo del año; la Blanca, la Virgen de agosto, las semanas grandes de Donostia y Bilbao... se suceden sin dar tregua. Pero eso era antes, ahora estas onomásticas se han declarado, por mor de la pertinaz pandemia, "no fiestas". Curiosa calificación, de la que desconozco origen y autoría, pero que intuyo pretende mantener la vigencia de las tradiciones al objeto de que, con tanta cancelación, no pasen al baúl del olvido y, a la vez, insistir en la inconveniencia de celebrarlas por el riesgo de disparar los contagios.

Sin embargo, las fiestas, muy particularmente en esta época del año, o desatan la holganza y el jolgorio o pasan a la anodina categoría de esos tediosos y sofocantes días estivales sin plan a la vista. Para escándalo de los más correctos, preocupación de las autoridades y sobrecarga de trabajo de los cuerpos de seguridad, así lo han entendido numerosos y agresivos grupos de irresponsables fiesteros con mono de verbena que, contraviniendo las ordenanzas, se han juntado por miles, sin respetar ninguna de las medidas de caución y enfrentado a ertzainas y municipales a pedrada y botellazo limpios; inaugurando, por cierto, una nueva modalidad de desmadre, ese de la mencionada "no fiesta", que consiste en aderezar la ingesta de psicotrópicos a garrotazo y tente tieso con los representantes de la autoridad.

Sin duda que es una actitud reprobable, pero que no debiera pillar de sorpresa a nadie, tras la evidente proliferación de violentas manadas y el año y medio de severas restricciones de la libertad y clausura de cualquier actividad lúdica. Más me asombra, y no sé si preocupa porque involucra a mucha más gente, que casi dos meses después de que se eliminara la obligación de portar mascarilla en espacios abiertos una elevadísima proporción de la población aún la vista. Salvando la evidente distancia ética entre quienes incumplen las reglas establecidas y quienes las observan por demás, creo que ambas actitudes son síntomas, aunque de muy diferente gravedad, del mismo síndrome: esa alteración de la psique colectiva que ha generado este larguísimo periodo de tensión, miedo e inseguridad. Son los dos rostros de Jano, los de la naturaleza humana disociada que, sometida a un elevado estrés, prefiere los extremos sin advertir que cuando se elige cualquiera de las opciones más radicales se corre el riesgo de converger en la desmesura e incurrir en la incoherencia. Así lo prueba que quienes con tanta tozudez se aferran al embozado urbano se despojan de él en las playas hacinadas de gente; barrunto, incluso, que una pequeña fracción de los revoltosos del botellón luce FFP2, y dirige miradas reprobatorias a quienes no portan mascarilla, en sus sosegados paseos por las semidesiertas avenidas de nuestras vaciadas ciudades cuando las “no no fiestas”.

 
 
 

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