22 abril: Pesadilla en la redacción
- Javier Garcia

- 10 may 2020
- 2 Min. de lectura
“I have a dream...” Bueno, lo que he tenido esta noche ha sido una pesadilla. He soñado que era el redactor jefe de un periódico de gran tirada; pero no en esos tiempos electorales en los que escasean las páginas para recoger tantos brindis al sol: aquí y ahora.
Mi onírico frenesí se desató a las primeras de cambio, ¿cuáles podían ser los titulares después de una cuarentena (nunca mejor dicho, ya que estamos en el cuadragésimo día de confinamiento) metiendo el miedo en los cuerpos de los recluidos?
Se nos habían agotado las imágenes de tipos embozados, morgues y féretros abandonados a su suerte en cualquier Gran Vía. Menos mal que vino en mi auxilio el coreanólogo de mi equipo de redacción con una foto de Kim Jong-un, con bastante mala cara, sugiriéndome fusilar el extendido rumor de que había sido intervenido del corazón.
Para las páginas internacionales no teníamos un conflicto que llevarnos a la boca. Hasta el manido Maduro estaba más que ídem; y todo por la maldita cancelación de los servicios aéreos. Con mis corresponsales en Móstoles, los tuve que reciclar para rastrear las redes sociales a la captura de centenarios supervivientes a la infección, jabalíes hozando en los parques públicos o familias enteras de perdices comiéndose las migas destinadas a las palomas.
A los redactores de “Cultura”, sin una novedad editorial que despellejar, les tuve que insistir en que, por enésima vez, aconsejaran la vuelta a los clásicos, leyendo El Quijote, Eugenia Grandet y La Montaña Mágica (maliciando con hacer lo mismo al día siguiente, tomando como rehenes a La Guerra y la Paz, La Regenta y El Don Apacible).
De la sección de “Deportes” mejor no hablar. Según mis poco imaginativos subordinados, el Madrid tenía bien atados los fichajes de la mitad del elenco de jugadores que disputan la “Champions” y, con los restaurantes clausurados, no quedaba ni el recurso de las bodas de las estrellas (menos mal que nunca falta una WAG en deshabillé).
Con los páginas de “Finanzas” se me planteaba el reto de endulzar la debacle bursátil. Al fin, acepté la sugerencia de mi vendedor de humo de cabecera que propuso centrarnos en las excelentes expectativas de las harineras y la industria del papel.
Mi angustia alcanzó el paroxismo al conocer las previsiones publicitarias. Hasta los fármacos contra el resfriado habían cancelado sus contratos, no fuera que se les considerara encubridores de los síntomas del “bicho”.
Cuando desesperado me proponía presentar mi dimisión, he despertado, jadeante y bañado en un frío sudor. ¿Habré pillado el coronavirus?

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