21 noviembre 2021 (2): Cuesta, ¿pero vale?
- Javier Garcia

- 21 nov 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 28 nov 2021
Acabo de leer que, según un informe de la empresa McKinsey & Co., el patrimonio neto mundial era de 514 billones de dólares en 2020. El estudio confirma a China como el primer país en lo que a activos respecta (120 billones) y, de paso, nos sorprende con la constatación de que el 68 % de la riqueza global no se refiere sino el valor estimado de los bienes inmuebles. Así que ni virtualidades, ni 5G, ni otras pamplinas como el metaverso dichoso, aquí lo que sigue valiendo es la tierra y lo construido sobre ella, como hace miles de años. A veces, ciertas empresas, detentadoras del control oligopolístico en determinados sectores, como ahora es el caso de las tecnológicas y antaño fueron las automovilísticas, deslumbran con el espejismo de un poder omnímodo que para nada se compadece con la realidad.
Pero, con ser todo lo dicho hasta aquí interesante, yo no quería hablar de eso. Veréis, el departamento de investigación de la empresa Statista ha elaborado otro informe, este sobre el PIB mundial, también del pasado ejercicio, y lo estima en alrededor de 96 billones de dólares. Lo interesante surge de comparar la generación de riqueza anual con la acumulada y, para ello, creo que vale el símil doméstico: imaginemos un trabajador cualificado del Occidente rico que gana 30.000 dólares al año; si fuera fidedigno ejemplo de la relación global que antes hemos cuantificado, debería estar en posesión de un patrimonio personal de alrededor de unos 160.000 dólares. A nadie se le escapa que con esos ingresos, un tiempo de acumulación medio que difícilmente sobrepasará la década y la coyuntura actual, muy poco proclive al ahorro, sería milagroso, o resultado de haber sido el agraciado de algún sorteo de lotería, que hubiese reunido semejante fortuna. Como quiera que esta estimación creo se puede extrapolar a cualquier intervalo de renta sin que las consideraciones formuladas dejen de regir, no queda más alternativa que concluir que la riqueza mundial estimada en dólares es demasiado grande para el producto bruto cuantificado.
Volviendo al ejemplo doméstico, si alguien posee un patrimonio disparatadamente grande en proporción a sus fuentes conocidas de ingresos suele ser inmediatamente reo de prácticas económicas irregulares, de percibir oscuras ganancias resultado de la compra venta en mercados opacos al fisco o de algo aún peor. Pues bien, lo mismo se puede concluir en relación a los ingresos y el patrimonio mundiales. Este desequilibrio obedece, en gran medida, a la financiarización de la economía, la especulación y las transacciones comerciales sobrevaloradas. Así que lo que cuesta no suele valer.
Desgraciadamente, la sobreestimación del valor es un fenómeno universal, y nos afecta a todos. Nuestra viviendas, los valores o inversiones de los que somos propietarios... valen bastante menos de lo que hemos pagado por ellos. Que conste que este punto de vista es mayoritario también entre los expertos económicos (en alguna parte he leído que el ajuste a la realidad podría suponer reducir la cifra de los activos en, por lo menos, un 30 %).
Así que ya sabéis, lo que tenéis vale lo que suponéis mientras haya alguien dispuesto a pagar esa cantidad por ello. Se trata de un equilibrio inestable, como en las famosas hipotecas sub prime, cualquier acontecimiento de impacto sistémico que afecte notablemente a la confianza de los mercados propiciará la huída despavorida de los inversores; ya no habrá quien compre a los precios que venían rigiendo. Lo demás os lo podéis imaginar.

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