21 mayo 2023 (2): Las plazas africanas en ebullición
- Javier Garcia

- 21 may 2023
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Aunque todavía rodeado de cierta incertidumbre, parece confirmarse el intento de fraude electoral, cometido en la ciudad autónoma de Melilla, mediante la manipulación del voto por correo. Parece ser que un partido, aún sin confirmación oficial, el inscrito con el nombre de Coalición por Melilla, habría tratado de controlar el voto de, aproximadamente, el 30 % de los electores que usualmente ejercen su derecho democrático, mediante el empleo del trámite postal, garantizándose, quizás merced al pretexto de apoyar a los ciudadanos sobornados, supuestamente distantes o imposibilitados de desplazarse a los colegios electorales, en el depósito por correo de sus papeletas y no las de ninguna otra organización política adversaria.
A la hora que escribía este artículo, parece que esta fullería habría quedado desenmascarada a instancias de la denuncia realizada por la delegación del Gobierno que, así, ha conseguido paralizar el intento de pucherazo, aunque no se descarta que ya hayan llegado a las urnas cerca de un millar de papeletas fraudulentas.
A quienes valoramos el derecho democrático al voto se nos ponen los pelos como escarpias cuando en política se sobrepasan todos los límites del juego sucio para entrar de lleno en la tipificación de lo delictivo. Sin duda que este caso obliga a las autoridades electorales y a las fuerzas de seguridad del Estado a permanecer vigilantes ante estas indeseables prácticas mafiosas, particularmente verosímiles en comicios donde los distritos electorales son pequeños y basta un puñado de votos para inclinar la balanza política en contra de la libre elección de la mayoría de los ciudadanos.
El suceso tiene, además, unas implicaciones que van mucho más allá del intento ilegítimo de ocupar el poder administrativo en la mencionada ciudad autónoma del norte de África. Y digo esto porque la organización presunta responsable del malogrado pucherazo tiene un proceloso recorrido histórico, después de nacer en el seno de la izquierda, establecer acuerdos de gobierno con el PSOE y, desde hace un tiempo, aglutinar el voto musulmán. Adelanto que no serán pocos los energúmenos xenófobos que achacarán al origen magrebí o las creencias religiosas de los confabulados tamaño despropósito; también, no tengo ninguna duda de ello, habrá un buen número de partidarios de la anexión de las plazas africanas al reino de Marruecos que rehusarán reconocer el fraude y agitarán el espantajo del victimismo, calentando el debate etnicista y subiendo el tono de sus reivindicaciones unionistas. Y es que son abundantes y recientes los incidentes fronterizos con el vecino al sur de Gibraltar, así como incansables los desvelos y timoratas las concesiones del Gobierno español ante la permanente agitación de bajo perfil que, paciente e inteligentemente, viene calentando el régimen alauita y que, por cierto, ya se ha cobrado una víctima: el pueblo saharaui, al que se le han negado todos los derechos de autodeterminación, solemnemente proclamados en Asamblea General por la Organización de las Naciones Unidas.
Hagamos votos porque estos temores de escalada del conflicto no se confirmen, pero insisto en lo que adelantaba más arriba, lo que nos enseña este sonrojante episodio de la intrahistoria democrática es que en el futuro habrán de extremarse las cauciones que garanticen que también el voto postal esté a salvo de cualquier intento de manipulación. En este sentido, permítaseme opinar que deberían proscribirse los servicios que algunos partidos políticos ponen a la disposición de sus simpatizantes (como no podía ser de otra manera) para allanarles los trámites del voto no presencial. Ya lo dice la Iglesia Católica, Apostólica y Romana: para evitar el pecado lo más recomendable es eludir la tentación.

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