21 marzo 2021 (2): Ondiñas veñen e van
- Javier Garcia

- 21 mar 2021
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Según las estadísticas pregonadas estos últimos días, llega la cuarta ola y, como a la rianxeira de la famosa canción gallega (pese a ser compuesta en Buenos Aires), nos va a marear. A nuestro lacónico y monocorde líder le ha faltado tiempo para apelar por nonagésima primera vez (o vete a saber por qué otro elevado ordinal) a la "responsabilidad" de la ciudadanía, al tiempo que sus "expertos" nos amenazaban con nuevas medidas, aún más restrictivas.
Obra en su descargo la circunstancia atenuante de que no se sale ni un milímetro del guión seguido por todas las administraciones, desde la Comisión de la Unión Europea al último de los ayuntamientos. Y es que en nuestro continente, y no sé si en el mundo entero, se ha asentado una teoría disparatada de la pandemia resultado de haber partido de tres postulados dudosos, cuando no flagrantemente falaces. El primero de ellos es suponer que esta crisis no compete a los gobernantes; por eso eluden explicarnos por qué se negoció tan negligentemente con las farmacéuticas el aprovisionamiento de las vacunas y por qué las dosis con las que ya cuentan las están administrando tan premiosamente. Tampoco ofrecen información alguna sobre cómo han reforzado las plantillas de los sanitarios o si han habilitado camas adicionales y nuevas plazas UCI para hacer frente a esta gravísima emergencia.
Derivado de ese primer postulado, se desprende el segundo: "toda la responsabilidad es de la ciudadanía", a juzgar por estos continuos llamamientos, imprudente en grado sumo. Olvidan que hemos mantenido a nuestros niños recluidos, a riesgo de su salud física y mental, por más de dos meses; hemos soportado el dolor de dejar morir a nuestros mayores en la más completa soledad; estamos resignados a la desatención más absoluta de las otras dolencias y llevamos un año con la mayoría de nuestros derechos y libertades conculcados; y todo sin decir ni mu. Las fiestas clandestinas y los desplazamientos no permitidos son excepcionales y, por su impacto, estadísticamente irrelevantes, por mucho que unos medios de comunicación, que juegan peligrosamente al sensacionalismo del terror, agiten esos casos aislados como si se trataran de comportamientos generalizados.
El tercero de los postulados sobre el que fundan su teoría es que todas las medidas que han adoptado han sido, y siguen siendo, las más eficaces. En un ejercicio acientífico, son pocos los que reparan en que las curvas de morbilidad y de mortalidad tienen similares formas y las incidencias registradas coinciden en su orden de magnitud con independencia de las políticas, más o menos rigurosas, que los distintos países han ido poniendo en práctica. De hecho, la única restricción que
ha mostrado su eficacia fuera de toda duda ha sido el confinamiento domiciliario de la última Semana Santa. Pero, claro, como no renuncian a mantener la actividad económica, solo les queda estrangular el ocio y restringir las relaciones humanas a la mínima expresión. Son tan obstinados como los médicos y curanderos que trataban al desdichado Carlos II "El Hechizado"; este pobre diablo, víctima de la consanguinidad en las uniones matrimoniales de sus predecesores Habsburgo, padecía un buen número de patologías genéticas y congénitas que eran tratadas, ataos los machos, administrando al desgraciado un cuartillo de aceite en ayunas y víboras pulverizadas. Naturalmente que el paciente empeoró, pero pese a la evidencia no hay noticias de que por eso decidieran suspender la mencionada medicación ni siquiera rebajar la exagerada posología; probablemente aumentaran las dosis y, claro, el rey falleció.
En fin, que no me queda otra que gritar desesperadamente: ¡vacunen, hombre, y déjense de zarandajas!

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