21 febrero 2021 (1): El rapero empapelado
- Javier Garcia

- 21 feb 2021
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Perdonadme la falta de frescura intelectual, pero esta semana me está costando escribir. No sé si el problema es mío o si la actualidad no hace sino rotar sobre los mismos asuntos hasta el mareo; o si, y eso sería lo más grave, empiezo a tener problemas para emitir opiniones sobre cuestiones que antes sentenciaba con relativa prontitud.
Y digo esto por el estado de pasmo en que me ha sumido el caso de Hásel. Un señor que ha engarzado unas cuantas rimas que, para los togados, exaltan el terrorismo y ofenden a la corona. No me he leído los supuestos libelos, así que mi opinión no puede fundarse en el contenido expreso de esos particulares textos, sino que ha de remontarse al genérico derecho a la libre expresión.
Una cosa tengo clara: las personas, y su derecho al honor y la intimidad, son bienes a proteger. Por el contrario, las ideas y las creencias han de estar sujetas a la discrepancia, la crítica e, incluso, la sátira más mordaz. Sentados estos principios éticos, no tengo empacho en mostrarme abiertamente discrepante con la vigencia de la ley mordaza o con esos artículos medievales de nuestro Código Penal que castigan "herir los sentimientos religiosos". Repito que no sé lo que este rapero ha dicho acerca de la violencia terrorista; pero poniéndome en lo peor y suponiendo la exaltación más brutal de actos sangrientos, semejante alegato me parecería rechazable y moralmente deleznable; pero como cualquier otra idea, debería ser combatida con la crítica fundada y esgrimiendo los valores de la paz, y no enrejando al juglar. Crítica inclemente con la que se está zarandeando desde casi todos los medios a esa impresentable señora (me parece muy bien que no se la empapele, aunque la diferencia de criterio sea lacerante) que, en un acto de extrema derecha, ha loado al nazismo y justificado los pogromos contra los judíos.
En cuanto a la acusación de ofensas a la corona (o al rey, no tengo claro en cuál de esos dos delitos tipificados ha incurrido el reo), vuelvo a mi punto de partida y, consiguientemente, defiendo la libertad absoluta para criticar, y hasta para vilipendiar, la institución monárquica; mientras que soy mucho más garantista con los derechos de las personas, aunque se trate de reyes, en el ejercicio de sus funciones o eméritos. Se puede, por supuesto, rechazar actuaciones perjudiciales al bien público que cuenten con abrumadoras evidencias, y demandar justicia y los cambios legales que devuelvan al monarca la responsabilidad sobre sus actos, pero en modo alguno justificar la caza del personaje "por tierra, mar y aire"; quiero decir, insultando o apelando a lo más íntimo de su vida privada que, a los efectos públicos, no debiera de importarnos una higa.
Pero el caso Hásel no se detiene en las cuestiones jurídicas y penales, ya que ha desencadenado una fuerte reacción popular que se está saldando con un buen número de manifestaciones y algunos actos violentos. Defiendo a quienes han salido a la calle para demandar una libertad de expresión en este país mutilada por todo un arsenal de leyes y reglamentos restrictivos, pero no puedo aceptar la excusa de unos derechos legítimos pisoteados para desencadenar un vandalismo deslegitimador que, muy probablemente, obedece a razones para nada relacionadas con el affaire Hásel. Dicho esto, no deja de sorprenderme que, en un país donde el elevadísimo desempleo es estructural, la pobreza avanza galopante, la calidad de los puestos de trabajo es ínfima, y a las jóvenes generaciones se les ha hurtado el futuro, se monte semejante zapatiesta en torno a un caso que, será todo lo doloroso que se quiera, pero que no debiera ser más que una gota de agua en el mar de la indignación que nos ahoga.
Termino: lo que tiene que hacer este Gobierno, que se califica de progresista, es enviar al Parlamento, a la mayor brevedad, los borradores para la derogación de las leyes y medidas que hacen posibles estos desafueros. Cuentan con la mayoría parlamentaria para que dichas enmiendas salgan aprobadas.

no puedo estar más de acuerdo pero el Hasél ese me parece un cretino sin medida