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21 enero 2024 (1): Vaya con la sociedad de mercado

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 21 ene 2024
  • 3 Min. de lectura

Leo en El Correo, periódico del grupo Vocento de marcada orientación conservadora, que ya son 753.000 los vascos que perciben una "nómina" pública, cuatro de cada diez mayores de 20 años. Por supuesto que el dato no es sino el pretexto para que el rotativo derechista siembre la duda sobre la sostenibilidad de un "sistema" que, según la concepción macroeconómica neoliberal, debería sustentarse en la contribución fiscal de los trabajadores y empresas que desempeñan su actividad en el sector privado y bajo las inmutables y sacrosantas reglas del libre mercadeo.

Permitidme que arroje aún más leña a la pira donde estos vigilantes de la verdad incuestionable se proponen incinerar todo lo que sea estado o simplemente huela a iniciativa institucional; ya que estos números, pese a su aparente desmesura, son aún pelín timoratos si los contrastamos con la realidad, porque no tienen en cuenta la ingente actividad económica que las compañías, de todos los tamaños y sectores, llevan a cabo merced a las subvenciones y los contratos con las distintas administraciones. Estoy hablando de la práctica totalidad del presupuesto de gastos de I+D+i, de los otros estímulos, que tienen por propósito la supervivencia de las empresas en crisis o financiar la modernización y el incremento de la competitividad de las más punteras, de la obra pública, de los contratos de aprovisionamiento, etc. En resumidas cuentas, que estos asombrados apóstoles de la desregulación acaban de descubrir la rueda: la sorprendente, pero incuestionable, realidad de que también el sistema capitalista tiene por principalísimo actor económico al estigmatizado estado. De hecho, es muy posible que la participación porcentual de la administración en la economía de las sociedades de mercado no difiera demasiado de la que alcanza en los sistemas colectivistas reales. Estoy generalizando esta conclusión para el ámbito planetario porque está fuera de toda duda que los vascos no somos una excepción a una supuesta regla general de sentido contrario. Es más, en los países del norte de Europa, tradicionalmente forjados alrededor de sistemas de protección social más robustos, es harto probable que la participación pública en sus respectivas economías supere de largo la nuestra; y lo mismo se puede decir del mundo musulmán, donde sultanes, emires y jeques son los principales protagonistas económicos en un contexto en el que se difumina la línea que separa la libre iniciativa de la acción gubernamental. Otro tanto, aunque por diferentes razones, se puede afirmar de los Estados Unidos de América, ya que su administración sostiene un entramado militar que es casi la mitad del mundial a la vez que su Reserva Federal "crea" buena parte de la riqueza del globo y proporciona un crédito prácticamente ilimitado a los insolventes por el viejo sistema de imprimir billetes que, insólitamente, mantienen su valor a pesar de que se producen como churros en los días de feria.

Los grandes empresarios del mundo siempre han sabido y aceptado que lo público ha de ser hegemónico, por más que a la par traten de reducirlo hasta donde sea posible. De hecho son conscientes del insustituible papel del estado a la hora de financiar las iniciativas e infraestructuras más colosales, asumir los roles económicos intrínsecamente deficitarios, hacerse cargo de la miseria generada por los "defectos del mercado" y defender el sistema con la policía, el ejército y la judicatura. Consiguientemente no los inquieta el rol económico de los presupuestos públicos, solo los ocupa ejercer un férreo control sobre ellos. Si ese esfuerzo gubernamental se destina a lo que ellos desean, les proporciona las condiciones ideales y deja las manos libres para dedicarse a los negocios más lucrativos que, pese al tamaño de lo institucional, son de dimensiones colosales y siguen creciendo.

 
 
 

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1 comentario


Luis Fernandez Ovalle
21 ene 2024

Bien. Más claro agua. Yo, ya me conoces, hubiera añadido algún "grandísimos hijos de la gran puta" o cosa parecida, que es el calificativo que se merecen estos mercaderes

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