21 agosto 2022 (2): Pseudotelepatía cuántica
- Javier Garcia

- 21 ago 2022
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Hay dos grandes corrientes de pensamiento filosófico: el idealismo, que prioriza todo lo que acontece en la psique humana, de modo que el mundo es, sobre todo, aquello que siente e interpreta la mente; y el materialismo, que defiende la existencia de una realidad objetiva más allá de la apreciación subjetiva. Así, desde los clásicos griegos, los grandes pensadores de la humanidad se han alineado con una u otra de estas dos alternativas antagónicas y mantenido un duro debate dialéctico del que nadie se ha dado nunca por vencido o refutado.
Aunque sería lo deseable en la búsqueda leal de la verdad, ni la filosofía ni la ciencia están a salvo de las presiones políticas y económicas, de modo que la alternancia en la preponderancia de las ideas o la materia tiene más que ver con las circunstancias históricas del momento y el sistema dominante que con la acumulación de evidencias en favor de una u otra forma de ver el universo. El liberalismo económico comulga con las propuestas del idealismo filosófico y científico porque halla en ellas la justificación intelectual de su orden. Efectivamente, la reclusión del cosmos en el restringido y personal ámbito de las ideas conduce inexorablemente al individualismo, y este a propuestas éticas y prácticas consistentes en sintonizar adecuadamente el conjunto de actitudes y acciones individuales, en contraposición a las opciones colectivas, más en consonancia con una realidad de existencia y naturaleza independientes de lo que pensemos de ella.
Y, como el liberalismo gobierna el mundo actual, las soluciones a todos los problemas pasan por alinear miles de millones de conductas personales con los objetivos generales. Así, la lucha contra el cambio climático no pasa por replantear el modo de vida actual y la necesidad imperiosa de poner en solfa el consumismo, sino porque la conciencia de más y más personas imponga el autocontrol en el gasto de los combustibles fósiles y la preferencia por las opciones "limpias" o "renovables". Del mismo modo, el problema de la desaforada acumulación de residuos plásticos no se afronta con la sencilla imposición de limitaciones legales a esa aberración de "un solo uso" desmesurado en paquetería y alimentación, sino convenciendo a los ciudadanos de que hay que reciclar la basura, ya irremediablemente desechada. Termino con otro ejemplo de libro de lo que vengo sosteniendo: la pobreza y la desigualdad no se combaten con políticas redistributivas, ni con la dignificación del trabajo remunerado, sino con la buena voluntad de millones de personas que, libremente, aporten sus limosnas o colaboren con organizaciones no gubernamentales para paliar el sufrimiento más ominoso.
Pero la corriente de pensamiento dominante no se conforma con imponer sus propuestas en el mundo de la política y la economía, e irrumpe con estrépito en el ámbito de la ciencia. Por eso, vivimos hoy un renacimiento mediático de la mecánica cuántica, mejor dicho: de la interpretación que de la misma propuso la denominada "Escuela de Copenhague". Según Niels Bohr y sus seguidores, la realidad es un mundo neblinoso y poco definido que solo se manifiesta con cierta nitidez mediante el acto de la medida, pero con el inconveniente de que la sola observación altera lo observado, de modo que no tiene sentido plantearse qué es, o fue, antes de la intervención del experimentador (para los más radicales es que no es ni fue). Así las cosas, la ciencia abandona su pretensión “fundacional” de conocer la realidad para limitarse a predecir qué resultados se obtendrán si se somete al sistema a cambiantes condiciones.
De sobra está decir que la mecánica cuántica ha proporcionado el mayor acuerdo de la historia entre las predicciones teóricas y las medidas experimentales, pero contrariamente a lo que ahora se propala con pretensiones de unanimidad, existen visiones realistas de esta teoría compatibles con el materialismo filosófico y tan congruentes con la observación como la ya centenaria interpretación de Bohr; con la ventaja de que estas alternativas no se resignan a aceptar una realidad por siempre inaccesible.
El resultado de esta moda (y creo que puedo llamarla así sin faltar mínimamente a la verdad) es la obsesión que ha invadido el mundo de la física teórica por el entrelazamiento cuántico y el intento de confirmar experimentalmente, no determinados comportamientos predichos por la teoría cuántica, sino su visión idealista. No pienso dar lecciones de cuántica para las que no estoy capacitado, me limitaré a exponer que un par o más de partículas elementales están entrelazadas cuando todo lo que se puede saber de ellas viene descrito por una única función de onda, o sea, que se comportan como si se tratara de un solo ente aun en el caso de que se hallen extraordinariamente alejadas las unas de las otras. De ahí el popular efecto instantáneo a distancia del que algunos esperan poder obtener revolucionarias aplicaciones tecnológicas.
Aunque periódicamente se da cuenta de nuevos récords de distancia entre memorias cuánticas entrelazadas, lo cierto es que estos entrelazamientos son extraordinariamente lábiles y dudo muchísimo que se puedan mantener establemente en el espacio-tiempo y para una número elevado de componentes, como requeriría cualquier aplicación práctica. Esta dura realidad no debiera sorprender a nadie que tuviera en cuenta el enorme efecto perturbador de sistemas de medida que son veinte o treinta órdenes de magnitud mayores que los elementos sometidos a medición (ya se sabe, el trabajo delicado requiere finos dedos), y menos para los devotos de la cuántica fantasmagórica.
La última de las noticias relacionadas con este asunto, y que ha suscitado esta reflexión, es que un grupo de investigadores ha anunciado que han conseguido probar experimentalmente la realidad de la denominada pseudotelepatía cuántica, vinculada a la capacidad de transmisión de información instantánea que algunos esperan concretar manipulando el exótico comportamiento del micromundo. Como ante cualquier otro descubrimiento, habrá que esperar a que otros repliquen los resultados anunciados. Soy escéptico; la verdadera información solo viaja merced a mensajes, y estos tienen su límite de velocidad en el de la luz.

los urigeller del siglo XXI