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20 noviembre 2022 (1): Maldita eficiencia

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 20 nov 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 22 nov 2022

Hace unas pocas décadas lo que el mundo valoraba era la "eficacia", o sea, la capacidad de alcanzar los objetivos marcados o de ejecutar lo propuesto. Después de la Segunda Guerra Mundial la “eficacia” era lo que primaba, el orbe vivía un tiempo de crecimiento y desarrollo sin parangón, contexto en el que importaba hacer cosas que satisficieran las crecientes necesidades. Era, pues, un mundo cuyo paso lo marcaba la industria y, más particularmente, la pesada, aquella transformadora de las materias primas y productora de los grandes bienes de equipo y la maquinaria, necesarios para aprovisionar a la población con los servicios y productos más imprescindibles. En paralelo, era relevante la capacitación de las personas, su saber hacer, que se valoraba y pagaba en concordancia con la cualificación requerida. Por todo esto, los trabajadores por cuenta ajena tenían una cierta capacidad de negociación del contrato social y sus organizaciones sindicales habían de ser escuchadas en sus reivindicaciones, so pena de suscitar la contundente respuesta obrera por la vía de la huelga.

Pero el mundo ha cambiado radicalmente, la producción se ha automatizado en gran medida y externalizado hacia los países en vías de desarrollo, a la par que muchos mercados sufren de un exceso de oferta. Todas estas circunstancias, junto con la globalización de la inversión, propiciada por el levantamiento de todas las barreras a la libre circulación del capital y la digitalización de las operaciones inversoras, tienen como dramática consecuencia que ya no es la industria quien rige la economía, sino la especulación financiera. Así que la "eficacia" ha dejado de ser relevante, lo que ahora interesa es la "eficiencia", o sea, la capacidad de hacer cosas, no importa cuáles ni cómo, consumiendo los menos recursos posibles. El imperio de la maldita "eficiencia" está teniendo dramáticas consecuencias sobre el modo y la calidad de vida de la gente porque, como el principal insumo de la mayoría de los procesos es la mano de obra y la cantidad y calidad de lo producido ha dejado de ser lo más importante, la "eficiencia" consiste fundamentalmente en exprimir al empleado, pagándole lo menos posible y exigiéndole larguísimas jornadas laborales. Eso sí, a los pobres trabajadores se los entretiene con la dichosa competitividad para justificar la racanería del empresariado y aburre con mil y una filosofías de gestión que se suceden en las organizaciones sin solución de continuidad y sin más resultados apreciables que la siembra de la confusión y el desasosiego; estados psicológicos de extrema debilidad que vienen muy bien a los explotadores.

En realidad la mentalidad financiera emplea el término "eficiencia" como eufemismo de "especulación", porque lo que se persigue es aumentar, más allá de lo razonable, los márgenes comerciales y, como consecuencia de ello, disparar los beneficios empresariales a cotas inimaginables hasta hace unas pocas décadas, desde luego, muy poco o nada relacionados con la riqueza real generada.

El otro gran problema que suscita el imperio de la "eficiencia" es que la furia por aumentarla no tiene límite, siempre es posible hacer más con menos. Son tiempos en los que las grandes empresas integradoras ahogan a sus pequeños proveedores con draconianas exigencias de reducción ininterrumpida de los precios de sus aprovisionamientos. En el límite, lo que se pretende es obtener algo, mejor dicho, mucho, partiendo de la nada. Y no, no me estoy yendo por las ramas de la hipérbole, la irrupción de las criptomonedas y los NFTs responde a ese sueño de obtener enormes rentabilidades vendiendo humo, sin más generación de bienes que unos apuntes informáticos de valor nulo y precios elevadísimos; como bien subrayó Bill Gates, "el negocio de las criptodivisas y el de los tokens se basa 100% en la teoría del gran tonto" (el primer comprador paga ya una desorbitada cantidad por un bien en la confianza de hallar alguien aún más tonto que suba la apuesta). Otra estafa piramidal engalanada con el oropel de las fanfarrias tecnológicas.

 
 
 

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1 comentario


Luis Fernandez Ovalle
20 nov 2022

Por eso, algunos pensadores se ríen de la supuesta riqueza de países capitalistas que comparan economías tan disímiles como Corea o Rusia basándose en esos ejercicios contables que imputan un valor billionario a la nada que hay detrás de muchísima empresas americanas

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