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20 marzo 2022 (2): La Tercera Ley de Newton

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 20 mar 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 23 jun 2022

Cuando Rusia rompió las hostilidades e invadió Ucrania los países occidentales decretaron una durísima sucesión de sanciones que afectaban al estado ruso, pero también a sus dirigentes más comprometidos con las decisiones militares adoptadas y contra los intereses económicos internacionales de los mil millonarios de ese país.

En el momento que se adoptaron estas medidas se suponía que se penalizaba la agresiva empresa emprendida y que, con ellas, se pretendía disuadir al gigante eslavo de iniciar la guerra o, si esta ya era una realidad, obligarle a negociar una rápida y digna salida para ambos contendientes, salvando infraestructuras y, sobre todo, vidas humanas.

El conflicto lleva ya tres semanas de incierto discurrir y no parece que el aislamiento al que se ha sometido a Rusia haya rendido los resultados deseados. Es cierto que la Federación Rusa es hoy el estado más aislado del mundo (superando increíblemente a la autarquía norcoreana) y que, por esta razón, no dudo de que se halle inmersa en muy precarias circunstancias financieras, así como que sus ciudadanos estén soportando un montón de privaciones y limitaciones al ejercicio de su libertad. Sin embargo, la guerra no se ha detenido, y no hay indicio alguno para sospechar que el estrangulamiento de la economía rusa conlleve la claudicación del Kremlin; muy al contrario, es probable que sus autoridades culpen de todos los males al pérfido enemigo extranjero (siempre lo es) y que una buena parte de su pueblo compre esa visión de los hechos, recalentando el sentimiento nacionalista y la aversión a las injerencias occidentales.

Pero las contraindicaciones de las sanciones no paran ahí. Resulta que, hasta hace muy pocos días, casi nadie se había detenido a pensar o, al menos, no lo había manifestado públicamente, que esto de penalizar a los rusos tampoco nos iba a salir gratis a nosotros. Algo que, teniendo en cuenta lo estrechamente interconectado que está el mundo actual, era de primero de macroeconomía; o nos cegó la compasión para con los ucranios o nos pudo la arrogancia. Por eso los efectos de esta guerra, ¿cómo la llaman ahora, "híbrida"?, son también muy palpables en nuestras economías y en nuestros diarios quehaceres: la inflación, que ya venía amenazando con desbocarse antes de esta conflagración, crece descontroladamente por la escasez de materias primas, combustibles y alimentos que, sin que la opinión pública de este lado del Danubio lo supiera, se importaban desde más allá de su otra margen. Al mismo tiempo, el lobbie armamentístico, que ha visto venir este conflicto como los paragüeros el aguacero, está consiguiendo su propósito de que nos gastemos un pastizal más en "defensa"; ya saben, poniendo sobre el tapete aquella falacia latina de "si vis pacem, para bellum" (si quieres la paz, prepara la guerra). Y, claro, lo que vamos a lapidar en esos instrumentos de muerte se detraerá de los gastos sociales prometidos para salir airosos de la pandemia. Así que, salvando las distancias con la pobre gente que está perdiendo sus vidas y hogares, nosotros también vamos a sentir la guerra en nuestros bolsillos y, muchos, traspasarán a su pesar el peligroso Rubicón de la exclusión social y el umbral de la pobreza.

Es que siempre he dicho que, hasta para adoptar las decisiones más banales de la vida ordinaria, es más que aconsejable dominar los rudimentos de la Física. Y aquí me permito recordar la Tercera Ley de Newton que, en palabras más o menos literales dice: "siempre que un objeto ejerce una fuerza sobre otro, este segundo responde con una fuerza de igual magnitud y dirección, pero de sentido opuesto" o "a cada acción se opone una reacción de módulo idéntico, pero de sentido contrario". En versión menos cultivada y más castiza, pero igualmente sabia: "donde las dan las toman".

 
 
 

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1 comentario


Luis Fernandez Ovalle
20 mar 2022

Rusia, según he leído alguna vez, tiene un endeudamiento del 20 por ciento sobre su PIB, una tasa fiscal máxima del 13 por ciento; es decir, un largísimo recorrido para llegar al borde. Por otra parte, a raíz de las sanciones ha llegado, creo, a acuerdos con India para hacer pagos en rupia-rublo con el yuan como referencia; China no le ha dado la espalda, tampoco África ni Surámerica. En definitiva, ni está aislada ni visos de quebrar

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