20 marzo 2022 (1): “Memes” y memeces
- Javier Garcia

- 20 mar 2022
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Contra lo que pudiera parecer a algunos, el término "meme" fue acuñado originalmente por el biólogo evolucionista Richard Dawkins en su cimero libro "El gen egoísta". En la propuesta de este darwinista apasionado y gran divulgador, lo mismo que los genes se replican, y con ellos se transmite la información genética a las siguientes generaciones, los "memes", que en su definición son elementos de información cultural, también se reproducen y, consiguientemente, su difusión y pervivencia están igualmente condicionadas por procesos de selección (no sé si en este caso se puede utilizar el término "natural"), de modo que los “memes” de mayor éxito y más larga vida son aquellos que cuentan con alguna ventaja competitiva frente a los demás. Termino añadiendo que esos “memes” de Dawkins también evolucionan; es el caso de las creencias religiosas, las teorías filosóficas, las ideologías políticas, los estilos artísticos, las modas o las costumbres sociales.
Así que sí, queridos lectores, los "memes" de las redes sociales cumplen mínimamente con los requisitos establecidos por su creador para calificarse como tales, en tanto en cuanto son unidades de información cultural. Sin embargo, se trata de "memes" diminutos, misérrimos en su contenido y de brevísima vida. Por estas razones, poseen escasa capacidad para la evolución pero, por contra, se replican y diseminan a ritmos asombrosamente altos (solemos decir que se transforman en "virales", supuesto que los virus también se multiplican a esas elevadísimas cadencias).
La preeminencia de estos "memes" de tres al cuarto frente a los de mayor contenido es todo un síntoma del tipo de sociedad en la que vivimos, de la cultura que rige nuestras relaciones: frenética, simple, de pobre dialéctica, esencialmente visual y que sobrevalora la ocurrencia mientras desiste de la reflexión bien argumentada. De modo que, muchas veces, la mayoría de los denominados "memes" son memeces y, lo que es peor, transmiten mensajes apriorísticos, escasísimamente fundados, cuando no maliciosamente falaces.
Su éxito evolutivo colectivo obedece a esa recortada capacidad de concentrarnos, de pensar y leer reposadamente largos y documentados razonamientos, que venimos padeciendo. Y no nos excusemos con que no tenemos tiempo, porque ese pretexto lo único que revela es que preferimos dedicarlo a otros menesteres. Aunque ya hace algunos años que no realizo trabajo remunerado, aún recuerdo mis últimos tiempos como emisor profesional de "memes" (recogidos en mensajes, correos electrónicos...) y cómo algunos de los receptores solicitaban mayor brevedad para textos que apenas ocupaban cinco líneas.
Dicen algunos psicólogos del aprendizaje, y comulgo con ellos, que el uso de teclados y pantallas, el consiguiente arrumbamiento de los libros y la extinción de los amanuenses están detrás de una progresiva pero palpable pérdida de la capacidad para concentrarse, memorizar y distinguir el mensaje nuclear de la retórica y las divagaciones periféricas.
Termino concluyendo lo obvio: que los "memes" pueden ser divertidos e inteligentes, y hasta transmitir útiles mensajes, pero son extremadamente peligrosos, porque el laconismo es el estilo de quienes creen hallarse en posesión de la verdad absoluta, evitan el debate, censuran cualquier crítica y proponen un ecosistema social donde impere el pensamiento único.

temo que vamos a una cultura ágrafa, analfabeta, sin que ello suponga un juicio moral, pero sí triste para mí y otros que sentimos devoción por la escitura; hace años que se impuso un modo puramente visual, icónico, próximo a lo medieval, tremendamente simplificador