20 febrero 2022 (1): ¿Pelea de gallos?
- Javier Garcia

- 20 feb 2022
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No pretendo contaros lo que los medios están reiterando hasta la saciedad en torno a la crisis desatada en el seno del Partido Popular. La mayoría de los periódicos, radios y televisiones hace hincapié en la lucha personalista por el poder, cuando no enfatiza el problema sistémico de corrupción que asola a la histórica formación derechista.
No niego que lo vivido en estas últimas horas también esté aliñado con los ingredientes propios de la conspiración y el incorregible hábito de beneficiarse de la posición de poder, pero en esta ocasión creo que el principal móvil desencadenante de todo lo que está sucediendo en la villa y corte es otro muy distinto.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, creo que la razón del escándalo y de la crisis desatada es de naturaleza ideológica. Veréis, hace tiempo que las fuerzas internacionales más reaccionarias, probablemente apoyadas en la enorme capacidad financiera de los sectores económicos contrarios a la globalización, están desplegando una agresiva, e inteligente (hay que concedérselo), estrategia de transformación de las democracias en regímenes iliberales. Estoy hablando de esos sistemas políticos que mantienen los formalismos externos de la democracia: elecciones periódicas, parlamentos supuestamente salidos de la voluntad popular..., pero que en la práctica derivan hacia el autoritarismo, el caudillismo y la laminación de la separación de poderes.
Como todo lo que de novedoso se gesta en el fértil vientre del capitalismo, este nuevo engendro vio la luz en los Estados Unidos de América después de un largo tiempo de gravidez. El caballo de Troya de este movimiento es la mentira; que tiene patas muy cortas solo si la garganta que la proclama no cuenta con los suficientes repetidores y amplificadores para hacerse oír por doquier. Como sabéis, no es el caso, estos conspiradores cuentan con importantes recursos mediáticos y llevan muchos años machacando con sus "verdades": los políticos son el problema (como si ellos no tuvieran adscripción ideológica), esta sociedad está en decadencia por la inmigración, la ideología de género y el agnosticismo religioso y la solución ha de provenir de un colectivo reducido de "patriotas" dispuestos a dejarse de formalidades legales y listos para imponer, por las buenas o por las malas, las soluciones que el país precisa.
El cuatrienio de Trump y la asonada que sacudió los cimientos del parlamentarismo norteamericano no son sino las manifestaciones más sobresalientes de este movimiento y las pruebas palpables de cómo se puede sugestionar con simplezas a una mayoría relativa de la población y hasta dónde pueden llegar estos energúmenos en su sed insaciable de poder y su obsesión por imponer unos valores morales que van en el sentido contrario al de la historia. Por supuesto que su éxito no se remite al feudo norteamericano, sino que también está cobrándose numerosos gobiernos de la Europa continental; con casos tan flagrantes como los de Hungría, Polonia y sí, también Ucrania, Rusia y otros que no son tan evidentes, pero que empiezan a heder a la misma peste.
Y aquí llego al punto que quería: España no es ajena a la pujanza de estos neofascismos que hace ya un tiempo botaron su propia nave con el nombre de Vox. Pero, si bien es cierto que este partido está creciendo en adhesiones ininterrumpidamente, creo que quienes alientan la revisión de la historia se han persuadido de que solo alcanzarán sus últimos objetivos si son capaces de infectar al mayor partido de la oposición, toman todos sus puestos y órganos de decisión y rectifican su discurso en la dirección de sus intereses.
La señora Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, su gabinete de insurrectos y los medios que abrumadoramente braman en su favor, integran el ariete con el que estos intolerantes esperan echar abajo el viejo aparato del PP para transformarlo a su gusto y conveniencia. Así, si tuvieran éxito, reorientarían sus programas y praxis manteniendo una estricta fidelidad a la línea ultraliberal, que siempre ha sido santo y seña de la organización, pero iniciando el camino hacia una paulatina aunque implacable demolición del estado de las autonomías, revisando el avance de las libertades en materia de género y creencias y procediendo a una masiva privatización de los pocos servicios públicos restantes que, irremediablemente, cursaría por los oscuros canales del trapicheo, el clientelismo y el nepotismo más rastreros.
Veremos quién sale vencedor de este enfrentamiento. Ojalá que el conflicto descoloque a los más fanáticos y alumbre un Partido Popular moderno, en sintonía con los partidos conservadores de fuerte tradición democrática, que sea capaz de saldar cuentas con el franquismo y devuelva la política a los cauces del debate sereno y argumentado; todo lo contrario de lo que persiguen quienes aspiran a convertir las cámaras en tugurios donde el insulto, soez y descarnado, se considere el no va más de la elocuencia.

aquí ya discrepo con matices, por ejemplo no veo en la política imperial de la NATO (es decir, USA) diferencia sustancial; la sigue dominando el complejo militar-industrial-tecno, si bien es cierto que con Trump de produjo una levísima desaceleración; por otra parte, me preocupa la "ventana de oportunidad" que dio la pandemia para llevar a cabo no ya políticas iliberales si no claramente autoritarias, por no utilizar el termino coloquial de fachas, de gobiernos, como el francés, el italiano, el australiano, el neozelandés o el canadiense, llegando este a poder bloquearte las cuentas bancarias sin autorización judicial (esto sí que es separación de poderes). En cuanto a Ayuso y Casado no creo que haya la más mínima diferencia ideológica, son sencillament…