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20 agosto 2023 (2): Geopolítica

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 20 ago 2023
  • 3 Min. de lectura

Las fuerzas progresistas han apretado filas para garantizar el control de la mesa del Congreso de los Diputados, mientras que la derecha conservadora ha hecho valer su mayoría absoluta en el Senado. Nada que, considerando los resultados de las elecciones generales, no pudiera preverse.

Por supuesto que esta primera refriega de la legislatura no aclara si PSOE, Sumar y los nacionalismos históricos van o no a conseguir un acuerdo para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, pero sí que ha puesto de manifiesto (por enésima vez, diría yo) que alcanzar mayorías para alzarse con el ejecutivo ignorando el carácter plurinacional de España es quimérico.

El Partido Popular debe preguntarse si es posible mantener esa estrategia, reiteradamente fracasada, de conseguir votos entre los mesetarios a costa de enojar a los periféricos. La derecha, si de verdad quiere iniciar su larga marcha al centro, obviamente para también obtener resultados notables en Catalunya y Euskadi, ha de persuadirse de que solo asumiendo como inevitable la fórmula federal y normalizando sus relaciones con los conservadores vascos y catalanes emulará al PSOE en eso de sostener, de modo prolongado en el tiempo, una fuerte presencia en la práctica totalidad de los distritos electorales.

El PSOE también debe hacer un análisis sumamente crítico de las causas que impiden que retorne su hegemonía en los que fueron sus mayores caladeros de votos (y me estoy refiriendo muy especialmente a las provincias andaluzas), sobre todo porque la ciudadanía ya ha tenido su ración conservadora durante toda una legislatura de gobierno popular en esa que es la autonomía más populosa del país. Si no ha habido desgaste del PP tras un cuatrienio de medidas regresivas es porque tampoco las administraciones socialistas que lo precedieron hicieron algo notable para sacar al doliente sur de su postración económica y de su estado de permanente emergencia social, y porque a la dirigencia socialista andaluza de hoy le falta liderazgo para hacer una propuesta programática marcadamente diferenciada e ilusionante. De modo que, colijo, la opinión pública andaluza seguirá debatiéndose entre la desilusión y la cólera. Ojo a esos estados de ánimo que pueden derivar hacia posiciones antisistema, el caldo de cultivo en el que prosperan las alternativas autoritarias.

En cuanto a Sumar, qué se puede decir más ilustrativo de sus problemas que lo integran un sinnúmero de organizaciones, alianzas, coaliciones, escisiones de lo previo y hasta nuevos proyectos de indudable sello personalista; en muchísimas ocasiones con cambios frecuentes en las marcas y adoptando sus improvisadas convergencias configuraciones extremadamente variables, según las diversas vicisitudes por las que atraviesan sus complicadas relaciones, y ello tanto en los niveles nacional, autonómico o local, porque el desconcierto "fractal" también se extiende hasta las más modestas circunscripciones electorales.

Pues con todos esos mimbres, y la importantísima representación parlamentaria que siempre consiguen los independentistas (todas las formaciones nacionalistas lo son, de otro modo sus propuestas carecerían de sentido estratégico), habrá que confeccionar el cesto político que recoja y asuma la voluntad popular expresada en las urnas, si es que se quiere evitar el desastre de una repetición electoral e irritar, aún más, a una ciudadanía que ya está dando patentes muestras de desconexión con la clase política. Y ya se sabe que los indignados de hoy no se alinean con los rupturistas del 15M, sino con las fuerzas de la ultraderecha que, es muy probable, dejen de estar capitaneadas por Vox en el medio plazo. Y es que el extremismo autoritario también está presente entre la más rancia militancia del Partido Popular y la pléyade de fundaciones y organizaciones varias, nostálgicas del franquismo, que tienen la capacidad de crear un nuevo partido de la intransigencia que, sin los complejos mostrados por Vox, propusiera sin sonrojo una organización del estado totalitaria en lo político, ultraliberal en lo económico, confesional católica en lo religioso y absolutamente desigual e insolidaria en lo social.

Veremos lo que finalmente sucede. Sea cual sea el resultado de los numerosos conciliábulos que ahora mismo están celebrándose una cosa es clara: la legislatura, si tiene alguna vida por delante, va a discurrir por los derroteros de los continuos choques en las tribunas y los tribunales; ese es el contexto en el que se gestan los cambios de régimen, y eso me da miedo, porque la modernización institucional no parece que vaya a ser la vía reformista que algunos propongan.

 
 
 

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