2 mayo 2021 (1): Santo “subito”

Pongamos que hablo de Madrid, pero no porque hoy celebra su día más festivo, sino porque la capitalísima, con el pretexto de unas elecciones inminentes, ha decidido salir del apolillado armario franquista y mostrarse al mundo de rancio subido, para ignominia de su limpia historia resistente y desesperación de sus muchos ciudadanos progresistas.

En el espacio de pocas semanas, hemos debido ser testigos de afirmaciones tales como "cuando te llaman fascista es que estás en el lado bueno", soportar estoicamente que algunos miembros del gobierno de la nación y candidatos no pertenecientes al "apparátchik" de las camisas azules hayan recibido amenazas de muerte por "black mail", acompañado de cartuchos de fusil de asalto y navajas ensangrentadas, y que una novicia de la Sección Femenina se haya permitido banalizar el carácter intimidatorio e inadmisible de estos envíos mientras, arrabalera, jaleaba el abandono de unos estudios de radio por parte de las víctimas.

Todo eso y un sinfín de provocaciones callejeras, mentiras groseras e impresentables poses.... que, por sorprendente que parezca, no van a costar ni un solo voto a las candidaturas que convergen en lo ultramontano. Ante el sonrojante espectáculo que estas señoras y señores de... ¿orden? están dando, el lector se preguntará por qué hay tantos, y tan beligerantes, retrógrados en la corte. La explicación es bien sencilla: la denominada Transición fue, en realidad, un apaño que exigió de la preservación de todos los privilegios usurpados por los vencedores de la guerra. Es bien cierto que dejaron de detentar el poder político absoluto, pero mantuvieron e, incluso, engordaron sus fortunas y se apalancaron en todos los órganos del estado al máximo nivel del escalafón funcionarial. Monopolizaron y todavía "oligopolizan", porque muchas funciones parecen ser casi tan hereditarias como la Corona, el ejército, las fuerzas de seguridad, la judicatura, el notariado o los registros de la propiedad. Dicho esto, y teniendo en cuenta que la mayor parte de los servidores del estado tienen su residencia en la villa y corte, uno puede imaginarse cuáles son las opciones políticas preferentes en esos hogares con sofás de orejeras, ácaros ahítos y crucifijos presidiendo el tálamo y, claro, cómo pesan a la hora de contar los votos.

Ya que me he subido por las paredes de los cristianísimos dormitorios, viene a cuento, y no sorprende como estrambote de esta épica bufa, que una hija de un ministro de la dictadura haya enviado un escrito a los más altos responsables de la Iglesia Católica española con la propuesta de hacer santo a Franco (y "subito", sin acento, como dirían los italianos). No es ninguna broma, mis queridos lectores, la promotora de tan beatífica iniciativa asegura que ha recibido algunas promesas de apoyo, aunque no por escrito. Por supuesto que sus eminencias, haciendo gala de esa su secular prudencia, no han dicho oficialmente ni mu. El asunto es todavía más rocambolesco si nos atenemos al "milagro" que la iluminada atribuye al generalísimo pequeñísimo, y que esgrime como principal motivo de canonización: una inesperada sentencia absolutoria del Tribunal Constitucional por la que se libraba de la prisión a un grupo de extremistas que asaltaron y destrozaron un centro cultural. Para esa taumaturgia, señora, no se necesita el olor de santidad del autócrata difunto, basta con el hedor a naftalina de las togas.