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2 julio 2023 (1): Putin no lee a Maquiavelo

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 2 jul 2023
  • 3 Min. de lectura

El intento de rebelión del grupo Wagner ha sido la gran noticia internacional de esta pasada semana. Uno, que no entiende demasiado  de relaciones internacionales y menos de estrategia militar, se queda a cuadros cuando un ejército mercenario de cincuenta mil hombres (número teórico, que en realidad parece era mucho menor), que se sepa sin soporte aéreo y, según sus continuas quejas por la deficiente logística de las fuerzas armadas rusas, escaso de munición, dirige sus blindados hacia Moscú e intenta dar un golpe de estado en Rusia que, pese a hallarse en franca decadencia como gran potencia, aún cuenta con el segundo arsenal nuclear más grande del mundo y con un ejército regular sin duda entre los diez más poderosos del globo.

Naturalmente que la asonada ha concluido como era inevitable que terminara, con la deposición de las armas de los insurrectos y la “desaparición” de su líder, Prigozhin. Al parecer, ha evitado el baño de sangre el presidente de Bielorrusia, Lukashenko, quien, según los medios occidentales, ha debido de ofrecer alguna garantía de inmunidad o vía escapatoria al alzado contra su cliente.

Por supuesto que ni rusos ni occidentales han dado explicación plausible alguna acerca de este insólito levantamiento. No sabemos las circunstancias ni los estímulos que propiciaron que el jerarca del casco a la remanguillé y el rostro asimétrico adoptara esa insensata decisión ni, por supuesto, si se tomó por una discrepancia “patriótica”, un arrebato de soberbia mal contenida, un desencuentro económico o estamos ante el mejor paradigma de una traición en toda regla, tal vez en connivencia con los servicios de inteligencia de Ucrania y sus aliados, o sea, nosotros. Casi seguro que tampoco conoceremos las represalias que se podrían adoptar contra los insurrectos y el destino final de su esperpéntico jefe, pese a que existe un audio suyo, explicando las razones de su rebeldía, al parecer grabado con posterioridad a su marcha a ninguna parte.

En cualquiera de los casos, y por sorprendente que pueda parecer, estas son las cosas que pasan, y han pasado, cuando se deposita la confianza en fuerzas armadas mercenarias. Y no lo digo yo, ya lo expuso sabiamente Maquiavelo en “El príncipe”. Leed, por favor, el siguiente párrafo surgido de la pluma del estratega político y militar más preclaro de la historia en el ya remoto año de 1517: “Las fuerzas mercenarias son inútiles y peligrosas y si uno tiene apoyado su estado sobre armas mercenarias, jamás estará firme y seguro, porque estas tropas carecen de unidad, son ambiciosas, sin disciplina, desleales; valientes ante los amigos, pero ante los enemigos cobardes”. Después de esta contundente afirmación, Maquiavelo justifica su oposición al empleo de los “soldados de fortuna” para defender el principado espetando la siguiente evidencia: “La razón de todo esto es que dichas tropas no tienen otro incentivo ni otra razón que las mantenga en el campo de batalla que un poco de sueldo, siempre insuficiente para conseguir que quieran morir por ti”.

Los vaticinios premonitorios, pero racionales, de Maquivelo dan sopas con onda a las insustancialidades fantasiosas y de ambigua interpretación de Nostradamus, y también aciertan en lo que concierne a la catadura de los generales que dirigen los ejércitos a sueldo: “Los jefes mercenarios o son hombres eminentes o no; si lo son, no te puedes fiar de ellos, porque siempre aspirarán a su propio poder; pero si carecen de cualidades, lo usual es que causen tu ruina”.

Sorprende, pues, que Putin y su régimen, tan “maquiavélicos” según los aliados occidentales, hayan hecho caso omiso del afilado intelecto del italiano cuando de imponer su poder se trata.

Sofocada la revuelta, ahora es el tiempo de valorar cómo y cuánto podría influir este extravagante movimiento en la suerte del conflicto ucraniano. Sin duda que el caos imperante durante horas, y la que parece torpe y tardía respuesta del ejército regular dejan en bastante mal lugar a su estado mayor y a sus servicios de inteligencia. Ha sido un duro golpe a la propaganda rusa y a la moral de sus tropas. Sin embargo, la defenestración de los causantes de la anarquía y el desmantelamiento de las unidades que iban por su cuenta puede mejorar el desenvolvimiento a largo plazo del ejército ruso, en una guerra que, desgraciadamente, parece que va a durar largo tiempo.

 
 
 

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