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2 enero 2022 (2): El banquete de Trimalción

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 2 ene 2022
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 15 feb 2022

Petronio, contemporáneo y cortesano de Nerón, describe los vicios y depravaciones de la alta sociedad romana en su obra El Satiricón. De este libro es particularmente célebre el dilatado capítulo dedicado al banquete que el acaudalado liberto Trimalción ofrece a sus selectos invitados. Petronio es puntilloso en los detalles de la bacanal y, amén de detenerse en los excesos sexuales de los concurrentes, describe con exquisita precisión el menú. Este tiene una sorprendente similitud de planteamiento con las muñecas rusas, quiero decir que empieza por una vaca entera asada que, abierta en cesárea, desparrama varios cerdos (ya no recuerdo cuántos). Estos, a su vez, cuando se los eviscera, "dan a luz" varios corderos. Con los ovinos sigue el juego; aunque no puedo detallar con precisión todas las siguientes etapas, creo que las piezas mayores también ocultaban conejos, pollos y hasta pichones. Todo, claro, por el deseo del anfitrión de suscitar en los invitados la sorpresa y la admiración.

Nosotros también nos hallamos en plena temporada de comilonas desmesuradas y, claro, no he podido sustraerme a la tentación de comparar aquellos banquetes de triclinio con los nuestros a dos manos. Trimalción satisfacía obsequioso la gula y la lujuria de quienes pensaba merecían la distinción de ser así agasajados porque con ello apuntalaba su elevada posición social y porque, seguramente, aprovechaba aquellos encuentros para cerrar sustanciosos negocios o pergeñar ocultas conjuras, asegurándose el favor y la fidelidad de los otros conspiradores.

No es, obviamente, nuestro caso. Solo pretendemos estrechar los vínculos de amor que nos unen, sentirnos acompañados en ese viaje hacia lo desconocido que es la existencia y olvidarnos, siquiera por unas pocas horas, de las emociones negativas que nos embargan. Es cierto, también, que la ingesta copiosa de alimentos y el alcohol pueden desatar las lenguas y hacer aflorar todos los conflictos que hasta ese momento habían permanecido larvados; la enemistad persistente o, incluso, la colisión violenta puede ser el indeseable resultado de la indiscreción del lenguaraz. Creo que, en este sentido, nuestras cenas navideñas se parecen mucho más a las que se permitían los cazadores-recolectores, cuando el día había sido pródigo en piezas capturadas, que a las del sofisticado romano, que semejaban más las que comparten los banqueros y grandes empresarios actuales cuando quieren cerrar determinados contratos.

En cualquier caso, parece obvio que el alimento abundante, hasta excesivo, es el contexto en el que se desenvuelven las relaciones sociales más complejas. Y no solo entre los humanos, muchos otros animales emplean el reparto de las capturas, o de los mejores pastos, para dejar bien sentada la jerarquía de la manada o, incluso, para dar inicio al reto de descabalgar del poder al macho o la hembra dominante. Son el sitio y el instante para poner de manifiesto el amor de las madres por sus retoños, el altruismo de compartir con aquellos que, por edad o enfermedad, ya no se valen por sí mismos..., pero también la ocasión para disputar, sacar a relucir las diferencias o dar por abierto un nuevo conflicto, porque alguien pone en cuestión el poder vigente manchando el alimento con la mácula del enfrentamiento o, en el peor de los casos, con la sangre del contendiente. ¡Qué poco hemos cambiado!

 
 
 

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