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19 septiembre 2021 (1): LGE-LOECE-LODE-LOGSE-LOPEG-LOCE-LOE-LOMCE-LOMLOE

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 19 sept 2021
  • 3 Min. de lectura

Creo, estimados lectores, que este es el título más largo e ininteligible que haya encabezado, o vaya a encabezar, cualquiera de los artículos, pasados o por venir, de este blog. Esta indigesta sopa de letras viene a cuento porque el recién iniciado curso es el primero que va a regirse en su integridad por la LOMLOE (Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación), más conocida por "Ley Celaá" como a su antecesora, la LOMCE, se la denominaba "Ley Wert"; y porque a las dos normas hasta aquí citadas las precedieron otros siete marcos legislativos para la educación (también identificados en el título por sus acrónimos) desde la instauración de la democracia.

No hace falta ser muy perspicaz para persuadirse de que esta sucesión de leyes educativas coincide en buena medida con la alternancia en el poder de gobiernos populares y socialistas; lo que, a nada que se practique un cierto espíritu crítico, es más el síntoma de la permanente confrontación política que la prueba de la búsqueda incansable de la excelencia docente. Sobre todo si atendemos al hecho de que ninguna de ellas ha supuesto una ruptura radical con las que la precedieron; así, seguimos hallándonos muy lejos del ideal de una escuela mayoritariamente pública y laica, porque la enseñanza confesional católica, impartida en los denominados centros concertados, nunca ha visto recortados sus privilegios. De la misma manera, estas sucesivas leyes orgánicas han manifestado una sostenida tendencia hacia el objetivo de capacitar trabajadores altamente cualificados, en detrimento de la formación humanista, con independencia de que fueran propuestas por conservadores o progresistas.

Así que llego a la conclusión de que han sido demasiadas leyes orgánicas, que la praxis no ha dispuesto del suficiente tiempo como para identificar los aspectos legislativos manifiestamente mejorables y, lo que es peor, que muchas de ellas fueron adoptadas tan precipitadamente que mimetizaron modas pedagógicas provenientes de otros países que la experiencia iba a mostrar ineficaces. Anecdóticamente, citaré que mi hermana menor aprendió aritmética, a "hacer las cuentas", en varias bases numéricas, y que la teoría de conjuntos, rama de la lógica matemática altamente abstracta, ocupó durante años buena parte de los programas formativos destinados a las todavía demasiado tiernas mentes de quienes recién entraban en la segunda década de sus existencias.

Al tiempo, y como adelanto más arriba, han sobrado a los legisladores asignaturas como el Latín, la Filosofía, la Historia o la Educación Física, mientras nuestros niños dedican un tiempo desmesurado a las herramientas informáticas, altamente volátiles, y llevan una existencia sedentaria que, más que nunca, exigiría de una acción decidida en favor de la vida activa y el deporte. Cursé Latín, Filosofía e Historia; la lengua clásica contribuyó a ordenar mi mente y a proceder con la lógica propia de una sintaxis muy bien estructurada; la Filosofía estimuló mi carácter reflexivo y me acostumbró a la confrontación de pareceres; y la Historia, pese a la narrativa totalitaria entonces predominante, me mostró cuán cambiante es el discurrir de los acontecimientos y cuánto ha sido el sufrimiento que ha edificado nuestra actual civilización.

Ahora, y bajo la presión de las fuerzas económicas, se ha claudicado y se ha dejado de formar personas humanas para producir eficientes (no creo que eficaces) trabajadores ultra especializados. Lamento esta deriva, y no solo por la pobreza intelectual que puede acarrear a las jóvenes generaciones, sino también, y a despecho de lo que se pretendía, porque a la velocidad que evolucionan las tecnologías, la formación generalista sólida, especialmente la matemática, proporciona una capacidad de adaptación a nuevos requerimientos y escenarios de la que carecen esos programas educativos practicones, tan tacaños en lo básico, estrechos y miopes.

Termino con la cuestión lingüística. En las nacionalidades históricas la evolución ha sido la de la gradual sustitución del castellano por las lenguas vernáculas minorizadas, hasta llegar estas a alcanzar el carácter de vehiculares para una gran mayoría de los estudiantes. La ya larga experiencia acumulada nos enseña que la alternativa adoptada, que cuenta con el mayoritario apoyo político de gobiernos, educadores y progenitores, tiene dos importantes virtualidades: la consecución de sociedades donde la inmensa mayoría de sus integrantes son capaces de manejarse, siquiera rudimentariamente, en euskara, catalá o galego, y su contribución a la cohesión social, eliminando las barreras que separaban inmigrantes de autóctonos y residentes en el campo de los que vivían en los polos industriales. Por contra, porque la experiencia no está exenta de claroscuros, la inevitable circunstancia de que una mayoría discente y docente adolece de impericia lingüística puede tener consecuencias muy negativas sobre el nivel alcanzado en otras disciplinas y, a la larga, degradar la propia lengua que se pretendía proteger. En cualquier caso, la supervivencia del patrimonio cultural está en serio peligro con independencia de las políticas educativas que se sigan, porque el huracán de la globalización arrecia en la red de redes y le importa un comino la LOMLOE.

 
 
 

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