19 noviembre 2023 (1): Habemus praesidentem

La aritmética es tozuda, así que este pasado jueves, en el Congreso de los Diputados, una mayoría absoluta de 179 votos invistió a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno de España.

Como estaba previsto, el proceso fue fiel a la bronca que la derecha ha montado en la calle y en los medios. Y en eso de la hipérbole resultó campeón del debate el diputado Abascal, que asimiló a Sánchez con Hitler y calificó de golpe de estado el acuerdo político que ha permitido su reelección. Después de su disparatada y onírica intervención, y tras la decisión de la presidenta de la cámara de retirar del diario de sesiones los infames calificativos que profirió, él y sus mariachis abandonaron el hemiciclo para, supongo, volver a pasear por las calles de Madrid las muñecas porno hinchables que, empiezo a sospechar, tal vez no las compraron con el específico propósito de denostar a las ministras progresistas, sino que fueron recuperadas para la ocasión de los secretos baúles de su reprimida juventud.

Con todo, no ha sido el más lenguaraz de los defensores de la patria, a eso no hay nadie que le gane al PP, así que Isabel Díaz Ayuso y un tal Miguel Tellado, nada rosa, pese al apellido, y Vicesecretario de Organización de los populares, se llevan el trofeo a los más soeces e impresentables. La primera, luciendo esa mirada de muñeco diabólico con la que suele asaetear a sus interlocutores, llamó hijo de puta al todavía candidato y el segundo afirmó, sin que le temblara la voz, que "Sánchez debería irse de este país en un maletero". Los más bien pensantes quieren creer que el subsodicho pretendió hacer referencia al modo vergonzante en que, según algunas teorías, Puigdemont huyó a Francia. Yo, por el contrario, me temo que a este señor le mola más la versión de la célebre película de mafiosos "Uno de los nuestros", donde los pasajeros alojados en esos insalobres portaequipajes lo eran atados y amordazados, contra su voluntad y para efectuar su último viaje.

El pretexto para tanta crispación es la injusta amnistía, el patriotismo herido, el riesgo de que España se rompa, que el vil Sánchez ha comprado el poder vendiendo la noble piel de toro del caudillo Don Pelayo al intrigante, y redivivo, Ramón Berenguer. Pero lo cierto, lo inconfesable, es que a estos salvapatrias les trae al pairo la suerte del terruño y de los encausados por el 1-O, lo que de verdad les importa es el poder. Convencidos de que todos los resortes del estado les pertenecen por la gracia de dios, no pueden soportar otra legislatura sin hacer su política de amiguetes, sin dispensar favores y recibirlos. Pues les auguro cuatro años de llanto y rechinar de dientes, porque han sido tan vehementes en el choque político e institucional, han lanzado tales amenazas a los conjurados por el progreso, que va a ser muy difícil que estos sean tan necios que se autoinmolen por sus naturales, pero menores, discrepancias.

La extrema intolerancia de la derecha española ha conseguido que el candidato postulado sea Presidente del Gobierno con la confianza del mayor número de partidos de la historia (aparte del grupo socialista, hasta otras siete formaciones le han otorgado su voto favorable: Sumar, ERC, Junts, Bildu, PNV, BNG y CC). Alguien en el PP debería iniciar una reflexión serena y valorar a qué les está llevando ese mimetizarse con los ultras. La conclusión es clara: para ganar unas elecciones generales desde esa posición recalcitrante sería necesario que un porcentaje elevadísimo de votantes fuera tan fanático como ellos, circunstancia que en la historia solo se dio con el ascenso del nazismo, no sin antes haber dinamitado la convivencia democrática (quiero creer que no estén considerando seguir la tal receta, y que las algaradas callejeras que están protagonizando no representen el preludio de la creación de una suerte de SA). O el Partido Popular toma la senda del conservadurismo europeísta y moderado, o le espera calentar más banquillo que a los canteranos del Real Madrid; eso sí, a bronca diaria, como Vinicius.