19 marzo 2023 (2): Enfermos de codicia
- Javier Garcia

- 19 mar 2023
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Estábamos tan absortos viendo desbocarse a la inflación y que, para moderarla, nos subieran el precio del dinero, tan irritados por nuestra pérdida de capacidad adquisitiva mientras las entidades bancarias batían récords de beneficios, que la quiebra del Silicon Valley Bank y el rescate público de Credit Suisse nos han pillado de sorpresa. Y no debiera de ser así, el Coloso de Rodas del sistema financiero internacional, tan grande que apoya sus pies a ambos lados del Atlántico, también los tiene de barro, así que a la menor marejada se viene abajo con gran estrépito.
Como siempre que ocurren estas cosas que nunca debieran suceder, son miríada los "expertos" que ahora nos explican las causas de la debacle sin que, claro, den cuenta de por qué no supieron preverla y, si la vieron venir, por qué no alertaron de su inminencia. Nos dicen que los quebrados pecaron de ingenuos por financiar las start-ups proveedoras de los gigantes tecnológicos y, después, de temerarios, por fundar su negocio en la compra-venta de deuda soberana. Como en la célebre crisis de 2007, cuando la banca internacional se arrojó sin red al abismo de negociar con créditos hipotecarios de imposible devolución, también en esta ocasión se decidió coger a la coyuntura por los pelos, cuadrar unas brillantes cuentas con valores inflados, de esos de los que, llegadas las vacas flacas, es muy difícil desprenderse sin serio quebranto, porque en realidad valen muchísimo menos de lo que cualquier comprador estaría dispuesto a apoquinar.
Así que, estimados amigos, los banqueros no son esos señores adustos y rigurosos que siempre saben qué hacer con el dinero. En realidad esto de la usura ha sido y es cosa de ludópatas codiciosos e imprudentes gestores a los que las únicas cosas que les importan son su lucro personal a la velocidad de un clic y, como mucho, la siguiente junta de accionistas y los dividendos que pueden ofrecer al cierre del ejercicio. Por eso os aconsejo que nunca más confiéis en la posibilidad de rentabilizar pequeñas inversiones. Unas veces por los bajísimos tipos de interés, que los bancos centrales imponen con el indisimulado propósito de convertirnos en yonquis del crédito y, en las raras ocasiones en las que nos lanzamos a las operaciones de alto riesgo, porque es muy probable que nos estafen "piramidalmente" o, ignorantes de la información privilegiada a la que los grandes inversores sí tienen acceso, experimentemos grandes pérdidas sin que, por la falta del suficiente músculo financiero, podamos aguantar el tipo sin vender. Tengámoslo muy claro, en este gran casino solo gana... la banca. A los demás nos tienen reservado el papel de paganos cuando las pérdidas se socializan.
Entretanto, el BCE sigue con su macabro juego de la subida de tipos y, haciendo caso omiso de lo que sucede entre los que debería vigilar, vuelve a encarecer el dinero; en esta ocasión en medio punto más. No me atrevo a ejercer de gurú económico, pero si quienes deciden en los bancos centrales persisten en su empeño, predigo un crecimiento desmesurado de la morosidad y los desahucios, la parálisis de la construcción, la escasez severa de alquileres accesibles y el desplome de la ya raquítica natalidad. Un escenario apocalíptico que se suma a la pandemia de los salarios indignos y las precarias condiciones laborales. ¡Ah! Y todo eso a la espera de que estalle el siguiente bombazo: los millones de futuros pensionistas cuyas jubilaciones no les van a dar ni para comer, desprotegidos por una atención médica pública de pésima calidad y sin asilos para pobres, porque ya ni monjitas quedarán. Lo siguiente: el "Soylent Geen".

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