19 febrero 2023 (2): Justicia o caridad
- Javier Garcia

- 19 feb 2023
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Mientras la ciudadanía está sufriendo una sensible pérdida de su capacidad adquisitiva por mor de la desbocada inflación, las energéticas y financieras publican sus últimos resultados con beneficios marcando nuevos y disparatados récords.
Y no es de extrañar, porque una vez los bancos "fabrican" nuevo dinero mediante el otorgamiento de créditos, apoyándose exclusivamente en los futuros devengos de los anteriores deudores, ese capital ya no hace otra cosa que migrar de bolsillo a bolsillo. Es decir, que si alguien está ganando mucho es a costa de que muchos más estén perdiendo. No creo que sea necesario que aquí me explaye demasiado explicando que el BCE está procediendo a injustificadas subidas de los tipos de interés, que engordan a los bancos y depauperan las menguadas finanzas de quienes no han tenido otra opción que recurrir al préstamo, y que, con el pretexto de la guerra de Ucrania, los proveedores de gas y electricidad están haciendo el agosto en invierno. Así las cosas, un gobierno abrumado por la desigualdad rampante y la creciente injusticia social no podía sino adoptar urgentes medidas redistributivas. Aunque tímidamente, así se ha procedido, implantando nuevos impuestos a la actividad y las ganancias de los sectores más beneficiados por el devenir de los acontecimientos y a las grandes fortunas.
Pero la codicia no tiene límites, y quienes se están lucrando con la miseria de la mayoría han reaccionado destempladamente en los medios y clamado a los tribunales, que no al cielo, porque la otra vida les trae al pairo y entre los juristas muchos son de su cuerda. Como la derecha política más reaccionaria, emplean al tercer poder para enmendar la decisión democrática adoptada por quienes fueron elegidos por millones de ciudadanos o, cuando menos, demorarla por el tiempo más largo posible; lo que, en definitiva, representa ganancias financieras.
Claro que quienes pecan contra el último de los mandamientos, y no digo si contra alguno más, no vaya a ser que me empapelen, tienen ante sí el difícil cometido de no quedar retratados en su mezquindad. Para justificar su rebeldía fiscal aducen razones abstrusas para los legos en materia mercantil y contable y, a la vez, esgrimen algún argumento un poco más inteligible, aunque no por eso más sólido. Es el caso de un banco del que soy cliente que explica su oposición a las nuevas tasas por la necesidad de mantener su Obra Social. ¡Vaya, así que era eso! Lo que preocupa a estas almas piadosas es poder seguir ejerciendo la misericordia entre los más necesitados. Así, de primeras, el postureo queda muy bonito, hasta podría parecer enternecedor si se juzga sin criterio, pero es que lo que nos están diciendo estos señores cuando así justifican su cicatería es que el beneficio es para ellos intocable; de otro modo, bastaría con reducirlo un tanto para que su famosa Obra Social siguiera repartiendo felicidad entre los más menesterosos. Adivino que lo que pasa es que las buenas obras de estos filántropos se hacen con el dinero de los demás; vamos, como los futbolistas que juegan un partido benéfico y quienes ponen el metálico son los que compran las entradas o, remontándonos más en el tiempo, como las señoronas que una vez al año se apostaban en las encrucijadas del centro de ciudades y pueblos para demandar la limosna de sus modestos paisanos sin que, por supuesto, ellas pusieran ni un solo gramo de sus pesadas alhajas ni un billete de los que sus maridos atesoraban. Añado que con esta declaración también se arrogan la potestad para decidir qué miserias han de atenderse y en qué cuantía; lo que, evidentemente, nadie puede hacer con la credibilidad y neutralidad del aparato del estado. En definitiva, lo de siempre, a los poderosos les mola la caridad, a la que destinan discrecionalmente las migajas de sus fortunas, y abominan la justicia, porque inevitablemente les va a demandar que repartan lo que inmoralmente detentan.

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