19 diciembre 2021 (1): La piedra de molino
- Javier Garcia

- 19 dic 2021
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Otra semana de Gürtel, Púnica, Lezo, Kitchen... Y es que estos últimos días han comparecido María Dolores de Cospedal y el inefable M. Rajoy ante la comisión parlamentaria correspondiente sin que, obviamente, se haya aclarado nada de lo que ocurrió, más allá de lo ya desvelado por las sentencias judiciales previas. Como tantos otros "famosos" en apuros, se han acogido a lo de "no sé", "no me acuerdo", "no me consta", dejando claro con tanta negación de lo evidente que, o son unos consumados cínicos, o su caletre no les da para haber ejercido los altos cargos que han ostentado.
Pero no voy a hablar del PP, y de su dopada y desleal competencia electoral, porque hoy prefiero fijarme en los corruptores, y no en los corruptos. Observo, con manifiesto desasosiego, que mientras quienes fueron sobornados son objeto de procesos sin fin y rellenan páginas o pantallas con sus vicisitudes, aquellos que sacaron beneficio de la compra de voluntades se van mayormente de rositas: son escasos los sometidos a una fuerte exposición en los medios de comunicación y al bochorno público, y menos los procesados y condenados.
No es muy lógico. En primer lugar, porque siempre es antes el corruptor que el corrupto. El primero es un agente indudablemente activo en la persecución de sus espurios objetivos, mientras que el segundo ha de esperar a quien valore y ponga precio a su deslealtad para con el erario público.
Además, la magnitud del delito y el daño infligido a las arcas del estado siempre son mucho mayores del lado del corruptor. No olvidemos que "nadie da duros a peseta" y que, para cuando el mandado se ha beneficiado en uno, el contratista del "servicio" se ha embolsado diez.
En otros ámbitos del ejercicio del derecho penal no cabe duda alguna al respecto: no está penalizado el consumo de drogas prohibidas, pero sí su tráfico. Del mismo modo, si quien comprara voluntades entre cargos públicos en vez de un pulcro ejecutivo del IBEX 35 fuera un sicario mafioso de los de puro en comisura labial y salsa de tomate en la corbata no dudéis de que el énfasis de la investigación y el castigo se centrarían en el corruptor.
Por si todas estas consideraciones fueran pocas, quienes corrompen generan otro daño adicional más difícil de cuantificar, pero sin duda gigantesco, bajo la forma de obras públicas mayormente innecesarias y de deficiente ejecución (que eternizan gastos y contratos inútiles) o aprovisionamientos de dudosa calidad que, eventual y desgraciadamente, pudieran en el futuro medirse en vidas humanas u onerosas reparaciones. Y es que todos conocemos edificaciones ciclópeas (estaciones, aeropuertos, palacios de congresos, museos, bibliotecas o sedes judiciales desmesurados) que ahora ven pasar el tiempo criando matorrales o exigiendo rehabilitaciones sin fin.
Termino recordando que también la ética cristiana enfatiza la gravedad del pecado del corruptor: "Ay de aquel que escandalice, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar" (Lucas 17, 1-6).

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