19 abril: Platón XXI
- Javier Garcia

- 10 may 2020
- 2 Min. de lectura
Hace ya unas cuantas jornadas, me referí en este Diario a la religión neoliberal. Hoy debo volver a ella para explicar algunas de las peculiaridades sociológicas y psicológicas de esta pandemia.
Como todo credo, el neoliberalismo es sincrético, y adopta los dogmas ajenos que mejor soportan su edificio doctrinario.
Así, en lo que a la filosofía respecta, el neoliberalismo hace suyo el idealismo platónico, según el cual la realidad objetiva es una entidad fantasmal y neblinosa que solo define con nitidez sus trazos cuando interviene el observador. En otras palabras: todo sucede en la mente humana.
Si esto es así, somos los dueños de nuestro destino; basta con que la mente adopte la actitud adecuada.
De más está explicar el entusiasmo del neoliberalismo por esta escuela de pensamiento porque, si nuestra vida es una mierda, es por nuestra desidia e incapacidad, no porque nuestros padres nos criaron en la miseria de un barrio marginal o porque las sucesivas reformas laborales han permitido que el jefe nos despida cuando le conviene. Así se explica, y se justifica, la extrema desigualdad.
¿Que cuáles son entonces los remedios a nuestros males? Pues las técnicas de crecimiento personal, el coaching o el mindfullness, nada de sindicarse o de movilizaciones.
Este largo introito me lleva ya a la actualidad, con la que muchos esperan batallar con éxito fundados en el dichoso platonismo. Como todo depende de nuestra actitud, hay que ser positivos, felices (es una obligación en esta sociedad), no caer nunca en el desánimo. De hecho, los predicadores de esta fe nos atosigan con su impostada dicha; así que la reclusión es la mejor ocasión para disfrutar de la familia, para darle un repaso al estado de nuestra casa o hasta para aprender macramé, que era nuestro sueño irrealizable.
Flaco favor nos hacen y se hacen porque, cuando despierten, despertemos, a la pesadilla, el dinosaurio del posible contagio y el confinamiento seguirá allí.
Frente a este análisis idealista, propongo el del materialismo más crudo: la enfermedad que sufrimos es un serio riesgo para la salud de todos, el confinamiento (con sus debidos límites) es un mal necesario, tenemos el derecho de estar tristes e irritables porque la realidad del momento es objetivamente deprimente, hasta podemos abandonarnos a la inacción más absoluta sin que nadie deba reprochárnoslo.
Os aseguro que cuando a algunos se les caiga la máscara de histrión veremos los signos del sufrimiento reprimido. Adelanto muchas crisis mentales entre la gente “happy”.

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