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18 octubre (2): Lo que ha probado la pandemia

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 18 oct 2020
  • 3 Min. de lectura

•Que la (¿cuarta?) revolución industrial, de la mano de la biología molecular, tardará mucho en materializarse.

•Que biólogos, matemáticos, médicos, epidemiólogos, sociólogos y economistas han sido hasta la fecha incapaces de elaborar un algoritmo medianamente preciso que permita modelizar y prever la evolución de la infección y, sobre todo, el verdadero peso de todos los parámetros que influyen en la diseminación del virus.

•Que las personas individuales, las ciudades, las regiones y los estados siguen transpirando irracional chauvinismo e indisimulada xenofobia, de modo que, según sentir mayoritario, asumido por los gobiernos con sus medidas de acoso al forastero, todo lo malo viene de fuera.

•Que no hay políticas ni territorios "milagrosos", sino que la pandemia evoluciona en cada lugar según curvas desfasadas temporalmente las unas de las otras para, al cabo de un lapso suficientemente dilatado, igualarse los balances.

•Que, como ante cualquier otra catástrofe, siempre sufren más los que menos tienen.

•Que no hay medidas unánimemente aceptadas, a juzgar porque difieren notablemente de unos países a otros, y porque su aplicación a lo largo del tiempo es todo menos coherente.

•Que nuestros gobiernos, todos, llevan años desmantelando calladamente la sanidad pública y, muy especialmente, la atención primaria. De modo que, la frágil estructura actual es muy poco resiliente frente a cualquier acontecimiento imprevisto.

•Que los políticos, por lo menos en este país, viven en inacabable campaña electoral y que, en lugar de aceptar los hechos y llegar a grandes acuerdos de estado que sirvan para encarar esta crisis de la mejor manera posible, utilizan la estrategia de la bronca permanente, manipulando datos y sembrando la confusión, para desgastar al contrario.

•Que, a pesar de algunas lamentables actitudes personales, muy minoritarias, la población está asumiendo los severos recortes de sus libertades individuales con muchísima más entereza que los gobernantes las obligaciones inherentes a los cargos que desempeñan.

•Que siguen destinándose recursos insuficientes mientras se fustiga a la ciudadanía con la acusación de una supuesta falta de responsabilidad.

•Que las medidas son, en ocasiones, adoptadas "para la galería", porque nadie se puede creer que tenga la más mínima incidencia en los datos estadísticos cerrar una hora antes la restauración o pasar de limitar las burbujas sociales de diez a seis personas.

•Que las consecuencias en la salud de la gente de esta pandemia no solo se medirán en fallecidos por la infección. Es ya un hecho constatado por los especialistas que se están diagnosticando muchos menos infartados y nuevos cancerosos; de modo que es más que probable que se desboque la mortalidad por estas enfermedades. De igual forma, psicólogos y psiquiatras también han dado la voz de alarma: la soledad, el confinamiento, la supresión de la válvula de escape del ocio y, sobre todo, la pobreza galopante, dispararán los desórdenes mentales hasta cotas nunca antes alcanzadas.

•Que la terrible pandemia de la pobreza arreciará con furia desconocida, sometiendo a nuestro sistema socioeconómico y modo de vida a un fortísimo estrés de consecuencias imprevisibles.

•Que durante la pandemia, y con la coartada de la misma, se han demorado acciones urgentes en materia de contención del calentamiento global y del vertido indiscriminado de plásticos.

•Que, debido a la epidemia, o con ella por pretexto, se ha suspendido sine die la actividad legislativa de las cámaras. Propiciando que los gobiernos adopten cualquier clase de política a golpe de decreto o retrasen peligrosamente la entrada en vigor de nuevas, y muy necesarias, leyes para, por ejemplo, asegurar el futuro de las pensiones o proporcionar un nuevo marco a las relaciones laborales que reintegre a los trabajadores los derechos que les fueron arrebatados en la reforma de 2012.

•Que, pese a toda la información y conocimiento acumulados, nadie sabe cuánto va a durar esto. Siendo esta incertidumbre causa de un enorme desasosiego.

•Que la felicidad, un valor no cuantitativo y que no cotiza en bolsa, está amenazada seriamente de quiebra.

•Y, finalmente, que esta civilización, orgullosa, y hasta petulante, está sustentada sobre muy frágiles fundamentos; no soportará el embate de ninguna catástrofe de dimensiones planetarias.

 
 
 

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