18 julio 2021 (1): Es país para viejos
- Javier Garcia

- 18 jul 2021
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Con el objeto de disipar cualquier sombra de duda acerca de la imparcialidad del juicio que sobre la generación previa al “baby boom” voy a emitir, diré que pertenezco a ella, que tengo sesenta y cinco años y estoy jubilado. Soy, por tanto, "viejo". Sí, y ruego no se pongan los paños calientes de siempre: que si estoy como un chaval, que si ahora la esperanza de vida es mucho mayor... Sean palabras bienintencionadas o de propósito mordaz, resultan inanes ahora y en el espacio geográfico en el que nos está tocando vivir, porque a los mayores no nos va nada mal. Para empezar, nos hallamos, queridos amigos, bajo la endeble égida de una gerontocracia. Sí, ya sé que el señor Sánchez acaba de realizar una serie de cambios en su gobierno dando paso a titulares más jóvenes, pero olvidémonos de los gestos para la galería y fijémonos en los que realmente detentan el poder, esos presidentes de los bancos y las más grandes empresas, esos consejeros delegados plenipotenciarios... y, de paso, también en los últimos emperadores de Occidente, muy particularmente en el anterior y en el actual, que van para octogenarios. Hecho este breve ejercicio de evocación de lo evidente, creo que os quedarán pocas dudas acerca de que el verdadero poder lo ejercen quienes, al menos, han vivido siete décadas y, a lo que parece, poco o nada reflexionan sobre su inminente fecha de caducidad.
Las individualidades de esta hegemonía geriátrica surgen del más numeroso y cohesionado grupo de edad. Ningún otro comparte tantos intereses y objetivos comunes, mayormente: la estabilidad institucional y económica, las pensiones dignas y la atención sanitaria de calidad; de modo que los que lo integramos defendemos como un solo hombre nuestros derechos. En las otras etapas de la vida se encuentra gente mucho más heterogénea y bastante menos numerosa, con intereses a menudo contrapuestos. Los jóvenes, los más escasos y los más perjudicados, están pagando el pato de los ajustes neoliberales, de las sucesivas crisis económicas y de la dichosa pandemia; hasta acaban de recibir un nuevo revés a sus expectativas de futuro con el acuerdo que se ha alcanzado sobre las pensiones que contempla el atraso de la fecha real de jubilación de los "baby boomers" y, consiguientemente, la demora en su acceso a los puestos de mayor responsabilidad y privilegio.
Será difícil que este estado de cosas cambie en un escenario a medio plazo, porque el peso relativo de la denominada tercera edad seguirá incrementándose en las próximas dos décadas y porque, es otra evidencia, los mayores siempre votamos y los políticos hace ya mucho tiempo que han olvidado eso del bien común y el sentido de estado para centrarse en cómo pueden obtener nuestro apoyo electoral y, así, preservar sus privilegios personales y corporativos.
Las consecuencias de este estado de cosas van a ser catastróficas para esta sociedad, ya suficientemente enferma. Crecerá el conservadurismo y la reacción, se infravalorará el saber y premiará la cultura del "haber llegado antes", se desaprovecharán millones de mentes brillantes, disminuirán (o no aumentarán lo que el desarrollo tecnológico ya posibilita) la productividad y la generación de riqueza, se intensificará el fenómeno migratorio desordenado, la revolución medioambiental y la lucha contra el cambio climático se ralentizarán (porque a quienes les queda poco de vida y menos de solidaridad intergeneracional no les ocupa ni preocupa el futuro del planeta) y, en fin, nuestra civilización mostrará tantos achaques como los debilitados cuerpos de quienes la dirigen. Lo que viene a continuación ya podéis imaginarlo.

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