18 abril: Tic tac
- Javier Garcia

- 10 may 2020
- 2 Min. de lectura
Como Bill Murray en el genial film “Atrapado en el tiempo”, vemos con desesperación cómo “el día de la marmota” se repite inexorablemente.
Parece, pues, que los relojes han detenido su tic-tac.
Se trata de una situación muy similar a la que se plantea en un experimento mental probatorio de las consecuencias de la relatividad general: supongamos que una gran nave espacial ronda las inmediaciones de un agujero negro. Y que, cuando alcanza la mayor proximidad que considera segura, libera una pequeña sonda ocupada por unos pocos y osados voluntarios.
Mientras el navío principal permanece a buen recaudo, los insensatos de la sonda deciden poner rumbo al agujero negro. Según se van acercando a la singularidad espacio-temporal, el campo gravitatorio que soportan crece tanto que curva apreciablemente el tiempo. En otras palabras, sus interlocutores de la nave nodriza, que los siguen con extrema curiosidad, comprueban que los relojes de la sonda se ralentizan, y ello pese a que los pioneros en adentrarse en lo desconocido dicen no observar tal fenómeno con voces sospechosamente graves.
Cuando la sonda alcanza el “horizonte de sucesos” (la superficie esférica dentro de la cual nada, ni la información, puede escapar del ogro cósmico), los relojes de los infortunados pasajeros se paran definitivamente a los ojos de los observadores exteriores.
Si nos aplicamos el cuento y nosotros, los confinados, nos imaginamos tripulantes de la gran nave, percibiremos, como de hecho observamos, un mundo completamente detenido: ni las guerras, ni las hambrunas... ni siquiera nuestras carreras profesionales parecen experimentar cambio alguno desde el observatorio del monotema.
Sin embargo, los relojes de los sufrientes, como los de los sacrificados de la sonda, sí que a su parecer marcan el ritmo habitual: las penalidades les son tan ciertas como antes del “horizonte de sucesos” del confinamiento, las relaciones sociales se deterioran por el miedo al contagio, la xenofobia alcanza cotas inauditas de irracionalidad, el futuro laboral de millones de personas se desvanece y nuestros modestos acopios económicos se transforman en “el increíble ahorro menguante”.
Al contrario que los infortunados viajeros espacio-temporales, todo retornará a la supuesta normalidad; pero como dijo de España un Alfonso Guerra recientemente triunfante en unas elecciones, “al mundo no lo va a conocer ni la madre que lo parió”.

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