18 abril 2021 (1): “Realities” muy poco reales
- Javier Garcia

- 18 abr 2021
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Hasta hace una década, monopolizaba los quioscos la denominada "prensa del corazón", un selecto y reducido número de publicaciones cuya razón de existir era que plebeyos y trabajadores compartiéramos, siquiera en papel couché, la ociosa, glamourosa y ostentosa vida de celebridades y aristócratas. Las páginas de estas revistas estaban llenas de mansiones suntuosas, señoras embutidas en modelos exclusivos y sonrisas de dicha plena. Era, sin duda, el Paraíso que, al parecer y pese al pecado original, aún habitaban esos privilegiados libres de mácula.
El posado y los tonos pastel de pega pronto empezaron a aburrir a los lectores ávidos de ver algún retazo de miseria humana entre tanta placidez y perfección. Por eso, algunas de estas revistas abandonaron el posado para robar imágenes comprometidas de los famosos y acaudalados cuando, seducidos por Satán, descendían de sus celestiales estancias para desatar sus pasiones carnales en los garitos frecuentados por los mortales. Surgió entonces el arriesgado, pero lucrativo oficio de "paparazzi", un fisgón equipado con un buen equipo fotográfico y en un excelente estado de forma física para emprender la persecución, o la huida, cuando fuere menester.
Como el negocio era boyante, la televisión pronto irrumpió con su inmediatez, sus imágenes en movimiento y las voces, algunas veces destempladas y muy poco angelicales, de todos aquellos a los que, hasta entonces, imaginábamos atiplados coristas del divino orfeón.
Todo iba viento en popa, pero el consumo desregulado agotó los caladeros de lo noticioso y, por otro lado, las nuevas leyes de protección de la imagen y la intimidad vedaron la explotación de reportajes robados. Así que surgen las "exclusivas" y, claro, sus profesionales, esas personas o familias al completo, al parecer necesitadas de algo más que de la vacua adulación, que deciden hacer de sus vidas un plató abierto a las indiscretas miradas de los envidiosos.
Con todo, mis queridos amigos, y aunque el género aún pervive, el real discurrir de las existencias suele ser anodino, licor de baja graduación para un público ansioso por echarse al gaznate lingotazos de algo más fuerte. Las televisiones optan entonces por rebajar el color azul de las sangres y ampliar el limitado espectro de las celebridades al mucho más amplio de las "celebrities". Cualquier primo segundo, el antiguo chófer, un gigoló o una, cómo se dice ahora, “escort”, sirven para el cometido de mostrar carnaza propia o descubrir las vergüenzas de sus populares allegados; hasta se recurre al "garrafonazo" de que sean los propios presentadores de los programas los protagonistas de los escándalos.
La disposición favorable a la exhibición posibilita la entronización de un nuevo género, el "reality"; ya saben, eso de convivir en abierto y las veinticuatro horas en un determinado entorno propicio a las desavenencias y los escarceos amorosos. Al principio pegó fuerte, pero lo dicho, las existencias de unos pobres mortales pronto se acomodan a la rutina y dejan poco espacio al "¡qué me dices!” Así que se recurre a lo inevitable: al guión. Sí, mis queridos lectores, soy de los que sostiene que la espontaneidad en los comportamientos es impostada, que en este espectáculo solo lo trivial se abandona a la improvisación mientras que lo mollar ha sido concebido previamente y las "celebrities" dejan de serlo para transformarse en malos actores.
En fin, que lo que hoy se cocina es una zarzuela de humanidades donde predominan los arribistas, pero solo como actores de reparto, dejando el protagonismo a unos pocos de esos famosos y adinerados de siempre dispuestos a simular increíbles contenciosos familiares aderezados de codicia, odio y, si tercia, de buenas dosis de sexo, que siempre vende. Últimamente, este teatro ha pasado de la astracanada de patio de vecinos a la fórmula del monólogo lastimero y victimista; vamos, que los guionistas del espectáculo han desechado el vodevil para abrazar el estilo "Cinco horas con Mario".
Y lo peor de todo es que, ajenos a cualquier consideración ética, han decidido traficar aun con las cuestiones más delicadas si estas lideran el debate político y social del momento y, por tanto, propician elevadas audiencias. Es el caso del maltrato machista, con el que hacen su hipócrita agosto mientras centenares de miles de víctimas, de las que no pueden restañar sus heridas con el bálsamo de los súper contratos, siguen huérfanas del respaldo y la protección del sistema.

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