17 octubre 2021 (1): Más carillas
- Javier Garcia

- 17 oct 2021
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Pues sí, otra vez hablando de las dichosas prendas profilácticas. Resulta que en las últimas fechas la consejera de Salud del Gobierno Vasco y la ministra del ramo se han puesto de acuerdo para avisar de que las mascarillas seguirán siendo obligatorias por largo tiempo porque... ¡han mostrado su eficacia para combatir la propagación de la gripe y de otras enfermedades respiratorias propias del invierno!
El hecho estadístico es que en España el número de positivos detectados por cien mil habitantes y durante catorce días ha descendido de cincuenta, cifra a partir de la cual se considera (o, al parecer, se consideraba) que el riesgo de transmisión del virus COVID era bajo, y que podía retornarse a la completa normalidad. También es otro hecho que no hay, ni mucho menos, unanimidad científica ni regulatoria al respecto, ya que varios países de la UE, nada sospechosos de tener peor sanidad que la nuestra y con tantos o más casos, ya han relajado la norma y solo siguen portando la prenda quienes voluntariamente lo prefieren.
Pero, ¡qué diantres! Estas señoras ya nos han aclarado que la dilatación de la prescripción es una medida sanitaria que se mantiene contra la acción patógena de otros virus y bacterias. La primera pregunta que podemos formularnos es por qué hemos andado pululando tan lindamente, un invierno sí y otro también, desnudos los rostros, expeliendo aerosoles ponzoñosos a capricho e infectando con nuestras miasmas a cualquier desgraciado congénere que se nos aproximara. Ante este intolerable riesgo, nuestros gobiernos se han caído del guindo, reparado en el libertinaje flagrante y, como dicen los cubanos, "han mandado a parar" tanto cachondeo, priorizando las vidas comprometidas de los ciudadanos más vulnerables. La segunda pregunta que inevitablemente debemos hacernos es si lo que nos están diciendo es que, de aquí a la eternidad, de noviembre a marzo, será obligatorio portar las "más carillas" (tanto en términos económicos como medioambientales). Si es ese el caso, me exilio.
En otros artículos ya he tratado esta novedosa demagogia de justificar cualquier medida en base a la protección de la vida porque la salud en sociedad es materia compleja y lo que resulta eficaz para combatir determinadas afecciones puede desencadenar el crecimiento incontrolado de otras (por ejemplo, la asepsia exagerada está relacionada con el aumento de los casos de alergia) y porque, para ser plenamente consecuentes con esa propuesta prioridad, habría que hacer insoportable nuestra existencia con un montón de medidas regulatorias que debieran de proscribir la mayoría de las actividades ordinarias de la ciudadanía. Por supuesto que nuestras autoridades no se aplican el cuento y solo se muestran así de celosas de su responsabilidad con esta dichosa pandemia que, me parece a mí, con el tiempo ha pasado a ser más un problema psiquiátrico que infeccioso.
Termino el artículo con una recomendación a estas inquisidoras de la enfermedad: prohíban el beso o, mejor aún, la pobreza.

no digo nada porque me enveneno yo propio