17 julio 2022 (2): El verano de los últimos días
- Javier Garcia

- 17 jul 2022
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Cuando uno es muy joven vive inmerso en un universo inmutable, en estado estacionario. Así que el tiempo solo determina transiciones banales, entre el sueño y la vigilia, entre el trabajo y el ocio… Así las cosas, en esa venturosa etapa de la vida se suele ver a los viejos como infortunadas víctimas de una suerte de maldición bíblica, por siempre condenados a la triste condición de ancianos.
Claro que pasan los años y descubres que eso de la decrepitud no es una desgraciada cualidad de ciertos desventurados, sino que, si tienes suerte, la experimentarás como tu estadio final de ser viviente.
Debe ser por todo esto, y porque no nací anteayer, que cada vez concedo más tiempo a las reflexiones relativas a la caducidad de las cosas y de sus estados. Y, qué queréis que os diga, hoy me invade cierto espíritu milenarista y veo jinetes, nuncios y trompeteros del apocalipsis por todos los rincones. Especialmente si estos funestos pensamientos se cuecen, y nunca mejor dicho, en el ardoroso caldo de esta insoportable y desmesurada ola de calor que estamos padeciendo. Creo que este episodio meteorológico es realmente excepcional, y no por las temperaturas alcanzadas, sino por su pertinacia. Estoy convencido de que la asfixiante ola de condiciones extremas que sufrimos no obedece a una casual concurrencia de circunstancias atmosféricas, sino que se enmarca en el imparable calentamiento global que la irresponsabilidad humana ha desencadenado y ya no puede detener. Y sí, me temo que los veranos tan intensamente gozados, aquellos que se quedaron atrás, en mi universo estable, ya no volverán, porque han devenido en estos estíos odiosos cuya llegada temeremos como los sodomitas a la bola de fuego que acabó con su ciudad.
Pero al calor de este calor, nos azotan otras desdichas; por ejemplo, que vivimos en una democracia vigilada, donde los poderes fácticos se encargan de “afinar” los resultados electorales mediante la calumnia, pergeñada por políticos, periodistas y funcionarios indeseables, y avalada por una justicia entre la que menudean los sectarios. La última muestra de este deterioro institucional ha sido el debate sobre el estado de la nación, en el que el principal partido de la oposición no ha hallado otro tema de más candente actualidad que el terrorismo de ETA y otra ley que derogar que la de la Memoria Democrática, punto de encuentro y concordia. Allende las fronteras también hace mucho frío, digo, demasiado calor, y continúan la muerte y la destrucción causadas por numerosos conflictos bélicos (y no solo por el tan socorrido culpable de todos nuestros males), los cierres de los grifos y los quebrantos económicos de los desfavorecidos.
Miro hacia delante con el egoísta consuelo de que esto durará algo más que yo, y con el dolor y la culpa de pertenecer a una de las generaciones que más ha hecho por negarles el futuro a las venideras, esas que intuyo no van a ser muchas más. Quizás muy pronto se haga realidad esa última distopía en la que solo ancianos trastornados deambulen por un mundo moribundo.

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