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17 diciembre 2023 (2): Chainsaw man

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 17 dic 2023
  • 3 Min. de lectura

Ya tenemos nuevo presidente de Argentina, y lo primero que ha declarado como máximo responsable de la nación es que no hay plata; manda narices, en el país de nombre argénteo y río de la ídem. Este tipo presentó su candidatura diciendo que iba a revolucionar la política, acabar con la casta gobernante e instituir una suerte de acracia ultraliberal donde todo era posible, desde arrasar la función pública a vender órganos legalmente. Y, para ilustrar lo que pensaba hacer con las instituciones, iba por ahí con su cara de perturbado y apoyado en una motosierra al estilo del conocido personaje del Manga, Chainsaw man.

Lo cierto es que, como otro de famoso e hirsuto bigote, cosechó un deficiente resultado en la primera vuelta electoral y nada hacía prever que fuera el ungido para presidir el siguiente gobierno. Pero lo que desconocíamos, o quisimos ignorar, es que quien realmente se presentaba a la segunda ronda era el internacionalismo financiero, o sea, la gran banca y el poder económico globalizado que, sabedores de que sin caretas el electorado nunca optaría por la fórmula que llevó a Argentina al estado de postración en el que ahora se halla, usaron a este histrión de reclamo para, tras su primer fracaso en las urnas, exigir su convergencia con la derechona tradicional, cobrar las cabezas de todos los iluminados que le habían acompañado en el disparate y colocar a los poderosos perdedores, ya veteranos en eso de demoler a la clase media porteña, en todos los puestos claves del nuevo gobierno. Por supuesto que el títere de noble cuna dobló su cerviz ante la casta, con tal de que esta le abriera las puertas de la Casa Rosada.

Total, que estas gentes de derechas, que se presentan como el no va más de la innovación, son las mismas de siempre, y no tienen más receta que el ajuste, el recorte de todos los servicios sociales, la exención de impuestos a las grandes fortunas y el empresariado, el aumento del gasto en policía y ejército, la sumisión al poder económico y el imperio, y la contrarreforma moral, de la mano de una Iglesia retrógrada. Y eso es lo que han comprado los argentinos, avalado por el FMI y envuelto en el oropel de un desquiciado que les cayó simpático porque era la viva caricatura del estado decrépito de la nación.

Pero bajo el envoltorio hay lo de siempre, ese hacer pagar a las clases más desfavorecidas todas las crisis que suscita la especulación financiera. El impostor pide un tiempo para el dolor, asegurando que los malos tragos cuanto antes y de un solo sorbo, que después todo será ir huyendo de la quiebra. No duden los ingenuos que les hará beber el amargo cáliz de la pérdida de los ahorros, del brutal ajuste de los salarios, de la desregulación de la mayoría de las actividades económicas y de la supresión de todos los servicios sociales. Pero después de eso no habrá nada más y, mucho menos, tiempos felices, solo un país devastado donde únicamente a las grandes fortunas les habrá ido bien. Y vuelta a empezar, el clown inquietante abandonará la plaza de Mayo entre mojicones y vituperios, se elegirá a un gobierno progresista que apenas podrá hacer nada, atado de pies y manos por una deuda impagable... y, para entonces, los amos del país ya tendrán preparado a otro mal actor para que desempeñe el papel de salvapatrias. A saber con qué disfraz se presentará el siguiente mimo, pero por favor, pives, que no os la den otra vez con dulce de leche, que ya van tres en menos de medio siglo y, además, todos con pobladas e inconfundibles patillas.

 
 
 

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