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17 diciembre 2023 (1): Sexadores de pollos

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 17 dic 2023
  • 3 Min. de lectura

Anda muy ocupada la muchachada de la denominada Comunidad Internacional, de la que ya no forman parte más que el equipo de Anglosajonia y unos pocos de sus incombustibles animadores con pompones teñidos de sangre, en una maniobra de distracción que consiste en debatir hasta la extenuación si lo que está ocurriendo en Gaza es la consecuencia inevitable de un acto de legítima defensa o, si por el contrario, estamos ante uno más de los genocidios que no cesan.

Se pronuncian al respecto, con sesudas y complejas reflexiones, autoridades de las Naciones Unidas, políticos retirados y en activo y una legión de juristas, supuestamente expertos en la materia. Naturalmente que, en tanto en cuanto todas esas manos milagrosas no diseccionen esta tumoración con la precisión de un neurocirujano y determinen sin espacio para la duda si se trata de un glioblastoma u algún otro cáncer cerebral menos agresivo, a la neoplasia esta se la deja evolucionar y comerse el poco cerebro que a la humanidad le resta sin que digamos ni ay.

No se sabe por qué hay que andar con pies de plomo a la hora de definir la masacre diaria de civiles en Gaza como lo que es, basta mirar con mínima compasión a las miles de víctimas que a diario perecen sin culpa alguna. De que casi nadie alce sus quejas se encarga la hipocresía luterano-anglicana, que ha impuesto su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, para que se siga matando sin que se ose siquiera decir que está muy feo; ya habrá tiempo para que los perpetradores del exterminio acumulen pruebas irrefutables de la vileza de las víctimas.

El problema para los encubridores del genocidio es que, hace muy poco tiempo, se mostraron extraordinariamente reactivos y sensibles ante otras escabechinas perpetradas por los malos oficiales de la película, y el silencio actual ante los desmanes de los buenos reververa atronadoramente entre la verdadera comunidad internacional, esa compuesta por los pobres de la Tierra, que son mayoría y no tienen un pelo de tontos. A estos sexadores de aves autorizados no se sabe muy bien por quién, aunque parece que han sacado el carnet en alguna escuela rabínica, se les suponía una extraordinaria habilidad para discernir gallináceas con aviesos espolones de enternecedores e inermes pollitos. Pero, a lo que parece, tienen gran predilección por las granjas kosher, y les importa un... pito, vaya por dios, que en ellas se críen irascibles y gigantescos casuarios; porque todo se hace con la aquiescencia de Yaveh, que hace milenios otorgó título de propiedad sobre la Tierra Prometida a sus antecesores terópodos, y el entusiasmo de Wall Street.

Los granjeros de dios prometen seguir dando de comer al gallo de pelea y proporcionarle todos los nutrientes necesarios para que siga arreando picotazos allá por su autoproclamado corral, mientras dudan en gastar algo de maíz con el pájaro que tienen interpuesto en la estepa, después de todo su especie no es precisamente de las más apreciadas en los templos culinarios y, a la menor, se puede unir a la rebelión de la granja para ponerse del lado del gallo equivocado, ese otro con el que actualmente se disputa la cresta. Por cierto que el tal, y pese a ser objeto de la condena de sus criadores y de la anatematización de los teóricos de lo correcto, está comprobando que su insolencia le reporta popularidad creciente, tanto entre los corderuelos más inocentes y desvalidos, que contemplan con indisimulado placer que alguien conteste a la tiranía de la granja, como entre los poderosos cerdos de la explotación, que hace tiempo maquinan hacerse con el control de toda la cabaña y destronar a los sexadores. Los gorrinos nunca serán plato de los creyentes porque, pese a tener la pezuña hendida, no son rumiantes; muy al contrario, se los califica de animales impuros. Lo saben y, por su despecho y su prisa por materializar el profetizado sorpasso, terminarán por dar el espaldarazo definitivo al revoltoso antes de que acabe su año del conejo.

 
 
 

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