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17 abril: Just in time

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 10 may 2020
  • 2 Min. de lectura

El hartazgo y el cansancio se están apoderando de mí. Estado emocional que propicia un análisis cada vez más crítico de la situación, más propio del disidente y más alejado de la ortodoxia. Por eso creo que es el momento de discrepar de los gobiernos del mundo. Y digo del mundo porque, después de unos titubeos iniciales, todas las administraciones han adoptado el aislamiento, más o menos estricto, como lo hicieran en el medievo ante pandemias parecidas (y esto ya dice muy poco de nuestro tan cacareado progreso).

Sospecho que esta sorprendente unanimidad deviene de un oscuro y tácito consenso previo en torno a cómo gestionar la sanidad. Me explico: creo que, con el objeto de recortar el gasto público, los gobiernos liberales y, aunque en menor medida, también los autoproclamados progresistas, adoptaron un modelo de gestión de la salud “just in time”. Para los que no estén duchos en materia industrial, diré que el “just in time” es una estrategia de fabricación que optimiza los procesos minimizando la logística y el almacenaje mediante la sincronización del aprovisionamiento con el ciclo productivo.

Trasladar esta idea a la sanidad supone prever futuras necesidades con un elevado grado de precisión para que, por ejemplo, no se invierta ni en una cama de más. Herramientas de modelizado matemático y potentes recursos de computación no faltan.

Quienes optaron por esta estrategia estaban obligados a conocer los puntos débiles del “just in time” que, es fácil deducir, radican en la dificultad para responder ante situaciones o eventos imprevistos. El error en las predicciones, que en una fábrica se sustancia con el parón de la cadena de montaje, cuando de salud hablamos supone poner en serio riesgo las vidas de los ciudadanos. No digo más: moralmente deleznable.

Por paradójico que parezca, el crack de este planteamiento ha obligado a adoptarlo otra vez en el nuevo escenario. Así, el confinamiento no persigue que haya menos contagios, sino que estos, como las piezas en la fábrica, lleguen a su debido tiempo para que los mermados recursos médicos puedan hacerles frente o, en su versión más descarnada, para que el paciente más grave fallezca “justo a tiempo” para dejar su sitio a otro en la UCI.

 
 
 

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