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16 enero 2022 (2): Son de letras… y de las torcidas

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 16 ene 2022
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 25 ene 2022

Esta semana hemos asistido al enésimo capítulo de la desleal oposición (sobre todo para con el país) de quienes, paradójicamente, se arrogan la etiqueta de patriotas. En esta ocasión poniendo en cuestión, y amenazando con su judicialización, el reparto de los Fondos Europeos Extraordinarios. Como siempre, ha sido la inefable presidenta madrileña quien ha abierto las hostilidades afirmando que Euskadi, Navarra y otras dos comunidades autónomas más han recibido unos 9 millones de euros "de forma arbitraria".

No voy a entrar en lo ridículo de la cantidad en litigio (la Comunidad de Madrid se ha beneficiado de más de mil millones de euros procedentes de esos mismos Fondos) ni discutir las "razones" de quienes viven permanentemente en la bronca, ni siquiera pretender poner de vuelta y media la disparatada propuesta de constituir una autoridad independiente, con participación privada (ojo al dato), para el control de la distribución de esos dineros. Lo que aquí me ocupa es que el PP, contumaz en el error, les hace el enésimo feo a los ciudadanos de determinadas circunscripciones electorales para engordar el voto favorable de otras.

Ya sé que la mayoría de sus dirigentes son abogados, alguno con su título pelín desprestigiado, y que se les dan mal las matemáticas, pero creo que las cuatro reglas de la aritmética más elemental deberían manejarlas. El Congreso de los Diputados cuenta con 350 escaños; quiere esto decir que para conseguir la mayoría absoluta hay que obtener 176 representantes en la cámara. Pues bien, 71 de las poltronas corresponden a los diputados electos de Catalunya, Euskadi y Navarra (eso sin contar los que les pertenecen a las otras dos comunidades agraviadas) y, al paso que va, al PP le amenaza seriamente la posibilidad de pasar a ser fuerza extraparlamentaria en todos esos territorios.

Retorno a las sumas, restas, multiplicaciones y divisiones para precisar que, en esas circunstancias de desaparición de facto en las circunscripciones "traidoras" (seguro que les gusta el término utilizado por el franquismo), el PP precisaría obtener el 63 % de los escaños restantes para disponer de la mayoría absoluta; una verdadera quimera.

Descartada cualquier posibilidad de gobierno en solitario y defenestrado Ciudadanos, al PP no le queda otra que pactar con Vox si alguna vez quiere volver a controlar el ejecutivo. Eso, obviamente, tiene dos inconvenientes: la inevitable radicalización de su discurso, solo digerible para los más incondicionales: inamovible ante las demandas de los territorios históricos, ultraliberal en lo económico, autoritario en lo político, regresivo en lo social y confesional en lo religioso; y el riesgo cierto, porque en España ese espacio electoral existe, y más si el PP lo deja a quien buenamente quiera ocuparlo, de que alguien con más luces que los dirigentes del fenecido experimento previo reconstituya el centro político y le dé un buen mordisco a los caladeros moderados, que también los hay, de los que se han asilvestrado.

 
 
 

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