15 octubre 2023 (1): En la fase de la farsa

Disfruté del grueso de mi infancia en la década de los sesenta del siglo pasado, un tiempo de inusitado crecimiento económico que ocasionó gigantescos movimientos migratorios del campo a la ciudad y de las regiones más atrasadas económicamente a las más industriosas.

Euskadi fue la meca económica para muchos gallegos, castellanos y extremeños, que vieron en la pujante industria vasca el futuro que su poco desarrollado medio rural les negaba y, en un periodo corto de tiempo, miles de estos migrantes se asentaron en esta tierra, de la que ellos y su descendencia ya forman parte inseparable, condición justísimamente ganada con el sudor de sus frentes y la indispensable aportación al crecimiento vasco de su enorne fuerza de trabajo.

Pero su reubicación histórica no se produjo sin dolor, los recursos de los recién llegados eran escasos y una buena parte de ellos sufrió la precariedad habitacional, de modo que muchos hubieron de alojarse en escuetas y hacinadas habitaciones mientras que a otros no les quedó otra alternativa que el chabolismo. Así, crecieron grandes barrios de infraviviendas ubicados en los espacios menos deseables y poco valorados: grandes pendientes e insalubres cañadas, cercanas a la muy polucionante industria pesada.

El tiempo y, sobre todo, el esfuerzo de estos abnegados obreros fueron borrando de nuestra geografía todo rastro de esa lacra, de modo que consideramos que esa página de la historia se podía dar por felizmente pasada.

En esas estábamos cuando, a mediados de los años noventa y por motivos laborales, realicé un viaje al Oeste de los Estados Unidos y, una de aquellas tardes, cuando circulaba en autobús por la periferia de la ciudad de Sacramento, me sorprendí contemplando un barrio inmenso, constituido exclusivamente por bungalows, concebidos para adosar caravanas y autocaravanas, y así ampliar el escaso espacio vital de los hogares de los nómadas laborales.

Para mí fue toda una rebelación acerca de qué era y hasta qué extremos podía llegar el capitalismo salvaje. Tres décadas después, leo en la prensa vasca de estos últimos días que en Euskadi está creciendo rápidamente el número de personas que viven en autocaravanas.

No es aventurado conjeturar que seguirá aumentando el porcentaje de quienes habitan sobre ruedas, y que el fenómeno alcanzará cotas equiparables a las que tanto me impresionaron en mi visita a California y Nevada. Porque los precios de la vivienda en propiedad y el alquiler se han disparado de tal manera, y los salarios encanijado a tal ritmo, que lo que realmente nos debería asombrar es que todavía haya quien pueda permitirse una vivienda digna.

Todo esto es un episodio más de los muchos que avalan el famoso aforismo de Karl Marx que dice: "la historia ocurre dos veces: la primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". La tragedia es la que vivieron aquellos que hubieron de guarecerse de las inclemencias del tiempo bajo inestables y porosos tejados de corroída chapa y la farsa la que protagonizan quienes esconden su miseria bajo ese mismo y precario acero, pero ahora restaurado a brochazos chics de movilidad y supuesta libertad, de la que dicen se goza cuando uno cambia constantemente la vista que su ventana proporciona. Se mire por donde se mire, el chabolismo ha vuelto.