15 mayo 2022 (1): 6G
- Javier Garcia

- 15 may 2022
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Fue precisamente cuando yo estaba en mis últimos meses de actividad laboral cuando la quinta generación (coloquialmente conocida como 5G) de comunicaciones inalámbricas comenzó a ser una realidad en España. Primero se vendieron algunos móviles de alta gama concebidos para operar bajo los cánones de la nueva tecnología para, poco tiempo después, ofertarse este novedoso y avanzado servicio, al principio restringido a áreas limitadas de las más grandes ciudades.
Como, debido a mi quehacer profesional, viví el tiempo previo a la implantación del 5G con particular intensidad, recuerdo muy bien las expectativas que suscitaba. Se preveían velocidades de 1Gb/s que, para hacernos una idea de su elevada capacidad de transmisión, suponen poder descargar todo un largometraje de calidad 4K en bastante menos de un minuto. A esas velocidades son del todo verosímiles los juegos interactivos sin que el usuario pase por la desagradable experiencia de la latencia (congelación de la imagen durante algún tiempo, suficiente como para que, durante ese lapso, hayan sucedido cosas que el jugador no ha podido percibir ni controlar). Además, el 5G ofrece un ancho de banda notablemente más amplio que su predecesor, así que es posible incorporar a la red muchísimos más conectados.
Por todas estas características, cuando la 5G estaba en proceso de desarrollo, se pensó que estas mejoradas telecomunicaciones iban a hacer realidad la internet de las cosas. Es decir que, aparte de las terminales humanas, electrodomésticos y otros elementos del hogar y, sobre todo, los medios de producción, se incorporarían masivamente a la red de redes, de modo que nacerían miles o millones de inéditos servicios y la industria experimentaría una nueva revolución fundada en la inteligencia y la conectividad de las máquinas.
Como es obvio, la cobertura del 5G en España ha ido creciendo desde aquellos primeros tiempos de la implantación, pero aún se limita a las áreas de influencia de las grandes urbes, con especial concentración en el Mediterráneo. Peor que lo premioso de su expansión espacial es que, todavía hoy, el 5G desplegado es el denominado NSA, que mejora las capacidades del 4G pero en modo alguno alcanza los estándares prometidos, a la espera del advenimiento de la tecnología llamada SA. El problema, al final de todo esto, lo plantean las malditas leyes de la naturaleza: poner orden entre tanta información, reducir su entropía, exige de un gasto creciente de energía. Esos anchos de banda y las elevadas tasas de transmisión requieren de la instalación de numerosísimos repetidores de señal; faraónico proyecto solo rentable para aquellos entornos de gran actividad económica y, desde luego, letal en la lucha contra el calentamiento global si se pretendiera extender a la mayor parte del territorio.
No hemos hecho realidad la internet de las cosas, y es probable que no la materialicemos en muchísimo tiempo; tal vez porque es muy costoso su despliegue, más verosímilmente porque quizás en la práctica no traiga tantas ventajas como los vendedores de crecepelo aseguran y, seguro, porque va a ser un arma de destrucción masiva contra el medio ambiente. Igual que casi siempre que esta sociedad ha decidido proclamar alguna nueva revolución, por cierto, últimamente con tanta frecuencia como califica "del siglo" a cualquier cita deportiva, todo esto se quedará en una mejora incremental de nuestros medios de comunicación que, probablemente, solo sirva para que los desarrolladores de programas y contenidos abusen del consumo de memoria.
Pues bien, pese a su lento crecimiento y las limitaciones de carácter estructural que aquejan al 5G, descubro ahora que está en fase de concepción la sexta generación de la telefonía móvil: el 6G. Se prometen velocidades de transmisión de 95 Gb/s que, según sus entusiastas promotores, harían posibles la internet de los sentidos y la comunicación holográfica e inaugurarían una nueva era de la computación. Como siempre, están a la cabeza de la investigación en este campo los Estados Unidos, Europa, China, Japón y Corea del Sur, mientras se van sucediendo los récords de la distancia alcanzada por una señal 6G (creo que el último reconocido está en unos cien metros).
Así que, sin casi haber puesto el pie en el anterior escalón de ascenso a ninguna parte, ya se está pensando en hollar el siguiente. Que sepáis que esta revolucionaria tecnología requiere de una frecuencia de transmisión aún más alta, en el entorno de 1THz; como en el espectro de la radiación electromagnética el tránsito entre las microondas y la radiación infrarroja está establecido en 300 GHz, eso significa que las comunicaciones se realizarían en el rango de la radiación térmica; o sea, de aquella que tiene capacidad de calentar. Así que, si el 5G ya plantea serios problemas estructurales y representa una amenaza añadida para el medio ambiente, imaginad lo que el 6G nos puede deparar. Pero este sistema no funciona sin crear necesidades inexistentes, así que, como en aquella inolvidable película de Sydney Pollack, "Danzad, danzad, malditos", quieren que sigamos bailando a su son hasta que todos, incluidos ellos, los músicos, caigamos exánimes.

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