15 enero 2023 (1): Memoriones
- Javier Garcia

- 15 ene 2023
- 3 Min. de lectura
Hace un tiempo, no sé cuánto, la tentación narcisista de escribir sus memorias solía subyugar solo a gentes ilustres, cuyas vidas habían tenido un amplio eco social por sus contribuciones al desarrollo de las ciencias o a la exaltación de las artes, o por haber desempeñado altas responsabilidades en determinadas e interesantes encrucijadas de la historia. Y siempre, claro, después de que estos protagonistas del pasado, que no del presente, habían alcanzado la edad provecta y su obra se podía dar por concluida.
Sin embargo, en los últimos años, estos de la modernidad líquida, se han animado a autobiografiarse personajillos de la farándula, la telebasura, la nobleza decadente y los deportistas que mejor saben golpear una pelota que dibujarla con la ayuda de un canuto. Por cierto, que casi todos ellos se atreven a cerrar la parte noticiable de sus vidas en plena juventud o al inicio de la madurez y, dadas sus escuálidas habilidades literarias, lo hacen auxiliados por "negros" tan bien pagados como son las expectativas de venta de estos regüeldos editoriales.
Se trata, sin género de dudas, de una peligrosa pandemia, otra más, que amenaza con acabar con la lectura sosegada de textos enjundiosos debido a la ocupación del libro impreso por parte de todos esos célebres de la anticultura.
Total, que a este carnaval de las vanidades inmerecidas se han sumado en estas últimas fechas el príncipe Harry, del Reino Unido, y el obispo Gänswein, quien fuera secretario personal de Benedicto XVI durante los últimos veinte años de su vida. Por supuesto que no tengo la menor intención de comprar semejantes bodrios literarios ni, mucho menos, leerlos. Pero sí que he perdido algo de mi abundante tiempo en repasar lo que dice la prensa de lo que cuentan estos lenguaraces. Y la verdad es que no revelan nada que uno no pudiera sospechar: que en los palacios corren caudalosos los buenos caldos y licores y, también, algunos polvos blancos de inusitada pureza, que los celos y las luchas internas por crecientes cuotas de poder y protagonismo están a la orden del día, que pese a que tienen sangre azul, les hierve atizada por el amor y el odio como la roja de los comunes mortales, que el demonio dedica mucho tiempo a tentar y, a lo que parece, con mucho éxito, a los altos cargos eclesiásticos y que la baja pasión del resentimiento alimenta toda clase de confabulaciones destinadas a servirse, no sé si fría o caliente, la dulce ambrosía de la venganza.
Llama también la atención que, estos que prometen descubrir grandes secretos, en realidad se limitan a cotillear desvelando chascarrillos irrelevantes, más propios de los "realities" televisivos, que a informar en profundidad de lo verdaderamente importante que ocurre sobre las suntuosas alfombras y bajo los techos primorosamente policromados. Porque a mí personalmente me hubiera gustado saber de qué se habló en palacio cuando la muerte de Lady Di, cuándo y para qué han intervenido los monarcas ingleses en la vida política del país, qué hacen estos plutócratas para engordar sus desmesuradas fortunas y, en el caso del prelado, cuál es la realidad de las finanzas vaticanas, en qué emplean sus dineros, cuál ha sido la política internacional de la Santa Sede y si ha mostrado connivencia con determinados regímenes y, finalmente, cómo realmente encaró Ratzinger el problema de los abusos sexuales de los ordenados y qué ha hecho su sucesor al respecto.
Como es evidente, y pese al conocimiento privilegiado que sobre esos asuntos tan trascendentales tienen estos profanos escritores, de su pluma no saldrá ninguna revelación medianamente relevante, solo la confirmación de lo obvio: que altezas y obispos, pese a ser señalados por la divinidad, son tan humanos como para incurrir en cualquiera de los siete pecados capitales y venderse por el vulgar, pero apetitoso, plato de lentejas de los derechos de autor.

tú mucho quieres saber! por cierto, las memorias del subnormal de la realeza, valga la redundancia, corrieron a cargo de un "negro" que ganó un pullitzer, un tal Moehringer, que escribió las memorias de Andrea Agassi