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15 abril: Patrioteros

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 10 may 2020
  • 2 Min. de lectura

Cuando todo esto empezó en Wuhan, un grupo de heroicos médicos chinos alertaron de la presencia de soldados norteamericanos en la región. No aclararon, sin embargo, cómo habían violentado las sagradas fronteras patrias, si replegados en el interior de las minúsculas cajitas de los productos Apple o teletransportados por el capitán Kirk desde el Enterprise de Star Trek.

Pronto llegó la epidemia a Italia. A nadie le sorprendió: el desmadre de tantos Bepe Grillos (¿o eran cigarras?), Salvinis y dolche vitas mediterráneas no podía deparar nada bueno.

A Italia la siguió España. En los Países de los Bajos Fondos de Inversión, otrora rebautizados como la Naranja Mecánica, pero gripada y roñosa en la actualidad, temieron que el Duque de Alba, reencarnado en Pedro Sánchez, cabalgara de nuevo y les confiscara los depósitos de defraudores fiscales, traficantes de toda ralea y otros distinguidos clientes.

Mientras tanto, los súbditos de Su Graciosa Majestad británica (yo no le encuentro la gracia por ninguna parte) creían vivir en la privadísima isla de Nunca Jamás, de Peter Pan, al abrigo de la pestilencia rampante en overseas. Hasta que el rubio de tarro pilló el catarro.

En los USA pensaron que el Atlántico actuaría de eficaz trinchera ante la decadente y social Europa. El del tupé vinculó el bicho con la malicia amarilla y el 5G de Huawei al tiempo que insistía en el muro con México, porque los hispanos no portan más que inmundicias.

Hasta en algunos países latinoamericanos se ha propagado la epidemia de la insolidaridad, y creyeron reconocer a Hernán Cortés y Francisco Pizarro camuflados entre aterrorizados y desvalidos turistas españoles.

Otros todavía sacan pecho; como los rusos, que ignoran que, por vez primera, la guerra fría se decanta a su favor, y sus gélidas temperaturas todavía mantienen a raya al virus (ya veremos cuando les llegue la anual plaga de mosquitos).

Por los lares ibéricos las cosas no han ido mejor. Nosotros, siempre los más pragmáticos, reprochamos el parón industrial. Torra clamó por su húmedo sueño de cerrar Catalunya al trasiego de charnegos. Y, para acabar, en algunas dehesas y, también, en zonas costeras con muy poca tradición cinegética, se ha abierto la veda del madrileño, peligrosa especie invasora, y la de los servidores sociales (médicas, enfermeros, voluntarios...); no sea que contagien su empatía.

Al final, los seres humanos alcanzaremos el ideal de Ikea: la República Independiente de Nuestra Casa; tendrá el defectillo de estar presidida por el Coronavirus, pero como ha mutado localmente y ahora es de los nuestros... ¡da un gustirrinín!

 
 
 

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