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14 noviembre 2021 (2): La sospechosa bondad del abuelito

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 14 nov 2021
  • 2 Min. de lectura

Estos días está siendo protagonista la COP26 de Glasgow; o sea, la vigésima sexta vez que los líderes mundiales se reúnen en una cumbre climática de la que, como en las veinticinco anteriores, no se esperan resoluciones ejecutivas, sino vagos compromisos sin sustento presupuestario firme ni medidas punitivas contra los infractores.

Por supuesto que no han faltado intervenciones bienintencionadas y hasta brillantes, de esas que encogen el corazón, pero que, leídas a posteriori y con el debido reposo, uno se persuade de que no proponen nada concreto y, mucho menos, que sea de obligado cumplimiento para todos.

Así que el futuro de este planeta pinta más negro que el Vantablack (la sustancia que, hecha a partir de nanotubos de carbono, absorbe mayor porcentaje de luz visible). Ni siquiera en nuestro continente nos ponemos de acuerdo sobre lo que es y lo que no es sostenible, porque ahora mismo hay serias discrepancias entre los distintos socios de la UE acerca del recurso a la energía de fisión nuclear, y porque todavía hay una mayoría de empresas automovilísticas que no han suscrito el acuerdo para acabar en 2035 con la producción de coches impulsados por combustibles fósiles.

En fin, que en medio de este deprimente escenario, no podían faltar los abuelitos cebolletas ilustres. Ahí estuvieron Obama, Kerry y Gore, ahora paladines de la causa medioambiental. Barack afirmó, sin que se le notara la impostura, que "no estamos ni siquiera cerca de donde debíamos estar", y añadió a renglón seguido que los Estados Unidos y la Unión Europea deberían liderar la acción climática planetaria, pero acordando con otras grandes naciones como China y Rusia.

No es por fastidiar, pero no puedo sino recordar que estos señores fueron en su momento máximos dirigentes de la mayor potencia mundial y que, consiguientemente, tuvieron en su mano la ocasión y la capacidad para haber adoptado todas esas decisiones que ahora reclaman sus sucesores aprueben por la vía de la urgencia que su inacción ocasionó. Para esta conversión a la "fe verdadera" hay dos posibles explicaciones: que uno se vuelve sensiblero con los años y gusta de exhibir la ternura que antaño se hubiera interpretado como debilidad o a estos señores alguien los puso para que ejecutaran las políticas que le interesaban y estaban atados de pies y manos a la hora de decidir sobre cuestiones que afectaran a los intereses de las más grandes empresas del orbe. Creo que hay algo de verdad en ambas alternativas. Los comprendo, pero no puedo aprobar su cinismo; si en su momento, cuando tuvieron la oportunidad de dejar un legado histórico a las próximas generaciones, se decantaron por obedecer los designios de los más poderosos y satisfacer su insaciable codicia, ahora que no nos vengan a ejercer de Pepitos Grillos, porque no tienen la altura moral que se necesitaría para constituirse en conciencias planetarias. Que cada uno asuma sus responsabilidades, que lo juzguen sus hechos y no sus declaraciones grandilocuentes.

 
 
 

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1 comentario


Luis Fernandez Ovalle
14 nov 2021

el capitalismo ecológico, en resumen: pobres del mundo queréis comer todos los días y eso no puede ser

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