14 marzo 2021 (2): Tamayazo y tente tieso

El partido del que usted me habla no tiene enmienda. No hacía sino escasos días que había procedido a una ceremonia pública de expiación, renunciando a su vieja sede, por remozada con el revoque de las mordidas y los cohechos cuando, inasequible a la vergüenza, ha vuelto a recurrir a sus viejas mañas de filibustero político y repetido el célebre tamayazo, en esta ocasión en el contexto de un provinciano desmadre de corrupción y vacunaciones por orden de influencia.

Y es que el susodicho partido se caracteriza por una praxis política fundada en el antidemocrático principio de que cualquier poder que no sea el suyo propio es ilegítimo. Hieden a franquismo y, aunque sus actuales dirigentes luzcan barbas "hipster" o se lubriquen sus rostros con económicas cremas de supermercado, no son sino los cachorros "neocon" de aquel brutal totalitarismo. No han soportado su defenestración por la vía de una moción de censura ganada a pulso y, sin rubor, han recurrido a la compra de tránsfugas pagando el liviano precio de unos carguitos de la Señorita Pepis.

Volvemos, pues, a la casilla de salida, la de una organización política sin complejos ni guía ética alguna que, desesperada por su delicada situación, no hace sino insistir contumazmente en las prácticas que le han abocado a su posición casi extraparlamentaria en dos de las nacionalidades históricas. Creen que aciertan, que la jugada a varias bandas no solo les ha permitido retener el gobierno de la tierra de las ñoras, sino que, además, ha justificado la convocatoria de nuevas elecciones en la corte. Elecciones que esperan les refuercen en el poder centrífugo que detenta una de sus más calamitosas lideresas. Y de ahí... hasta el retorno soñado al Edén del mangoneo del estado.

Estoy convencido de que se equivocan, porque piensan que la defenestración definitiva de quien no ha sido sino una triste réplica de UPyD les va a devolver un importante espacio electoral. Por el contrario, la mutilación de su alianza con el centro supone, irremediablemente, unir su destino con la extrema derecha. Por supuesto que no le hacen ascos a ese impresentable cómplice, después de todo no hace mucho que sus dirigentes lo eran en su propio seno, pero esta inevitable y duradera componenda les va a descabalgar de cualquier posibilidad de homologarse con la derecha europea civilizada; terminarán por desaparecer en las nacionalidades históricas y habrán de apelar a su electorado más casposo, todavía numeroso, pero a todas luces insuficiente para alcanzar mayorías de gobierno; sobre todo si, como exigen sus socios, van a tener que actuar como rémora en las cuestiones de género y familia o ante el imparable avance de un laicismo garante de la verdadera libertad religiosa. Y eso, en el mundo que vivimos es, señores “populares”, muy impopular.

España es tristemente diferente. He perdido por completo la esperanza de que un día haya una alternativa conservadora moderna que asuma, sin dudas ni reticencias, el respeto por la pluralidad política, la alternancia en el poder y el imparable progreso de los usos y costumbres sociales.