14 febrero 2021 (2): La Cuaresma inacabable
- Javier Garcia

- 14 feb 2021
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Hoy es San Valentín. El cristianismo honra en este día la memoria de un mártir del siglo III y discutida existencia. Según su hagiografía particular, era un reconocido casamentero de soldados; así que supongo que de ahí viene su patronazgo del amor y los enamorados. Por supuesto que, como casi todo lo que toca, esta sociedad de mercaderes y mercancías ha transformado esta festividad en una orgía del consumo. Y este año pintaba particularmente bien para el negocio, ya que al santo que quiso ser Cupido se le unía el Carnaval; una conjunción astral que prometía concupiscencia, carnalidad, sexo desbocado y, consiguientemente, desaforada compra de afeites para la gala y el pavoneo, perfumes, seductoras joyas, psicotrópicos de toda ralea y embriagadoras golosinas. Pero, ya en medio de la Cuaresma anterior, se había desatado la ira de las divinidades que, como en Sodoma y Gomorra, hicieron llover sobre nosotros, pecadores, la pestilencia del coronavirus.
La Cuaresma se tornó en cuarentena y la carnalidad en profilaxis y asepsia. Se proscribió el mínimo contacto, aún con los allegados; así que la sonrisa se enmascaró tras esa maldita compresa de los orificios superiores, al apretón de manos lo sustituyó ese ridículo y mutuo acodamiento, al beso la tímida aproximación de los rostros (y esto ya se consideraba una auténtica temeridad), y al tacto, al intercambio de fluidos... para esos creo que no se prescribió alternativa alguna aunque, creedme, al deseo no hay dios que lo detenga, y menos cuando el confinamiento aprieta los cuerpos y el tedio recalienta la imaginación.
Al principio pensamos que la cuarentena duraría lo que la Cuaresma, supusimos que no sería más que una breve sucesión de ayunos y abstinencias y que, con el buen tiempo, nos olvidaríamos de la pesadilla de modo que, con algún mesecillo de retraso, el rey Momo regresaría en su más deslumbrante magnificencia para llevarnos al paroxismo de la sensualidad. Pero no, la vieja Cuaresma, ora beguina, ora alcahueta, había firmado no se sabe qué diabólico pacto con el virus dichoso para amargarnos la existencia por tiempo indefinido.
Entre cierres y aperturas (estas últimas tímidas, como cuando solo se entorna la puerta por temor al desconocido que llama) se nos ha pasado un año; la Cuaresma es la misma y Don Carnal sigue yacente, exánime, a la espera de un beso de amor que lo reanime. No va a ser con ocasión de estas carnestolendas; en solo tres días, los curas ungirán a sus prosélitos con ceniza, pronunciando el sortilegio más cierto de toda la Biblia: "polvo eres y en polvo te convertirás".
Con todo, y como soy un optimista incorregible, creo que ya agita sus alitas un nuevo Amor, ese que viene armado de jeringas, en vez de flechas. Esperemos que su carcaj esté bien aprovisionado y pueda tensar su arco a discreción.

javi, te cedo con gusto mi jeringa