14 enero 2024 (1): Privatiza, que algo nos quedamos
- Javier Garcia

- 14 ene 2024
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Hace tiempo que los lanzamientos a la órbita terrestre con cualquier finalidad práctica y, muy particularmente, el negocio de los satélites de comunicaciones, están mayoritariamente a cargo de la iniciativa privada. Más recientemente, la NASA decidió que también los vuelos tripulados e, incluso, las misiones de naturaleza científica más ambiciosas, fueran mayormente protagonizados por ingenios de fabricación comercial.
Así las cosas, el retorno a la Luna y el tan deseado como sistemáticamente demorado asalto a Marte han pasado a depender de la calidad del servicio y los aprovisionamientos proporcionados por empresas privadas. Desgraciadamente los grandes contratistas no están sino defraudando la confianza depositada en ellos. La empresa Space X, el mayor de los proveedores del hardware requerido para estas futuras epopeyas, está incurriendo en dilatados retrasos de la puesta a punto de su Starship, imprescindible en los planes para hacer accesible el espacio lejano y, a más corto plazo, del módulo de alunizaje tripulado que usarían los astronautas del proyecto Artemis (de hecho, no sé si a día de hoy la NASA ya está considerando un segundo proveedor para posarse en nuestro satélite). Del mismo modo, y hasta la fecha, todos los alunizajes automáticos privados que debían preceder al retorno del hombre a la Luna están fracasando estrepitosamente; el último fiasco ha sido el del Peregrine 1, en el curso de esta misma semana. La sonda, de la compañía Astrobotic, después de haber emprendido el viaje sin mayores contratiempos, sufrió una pérdida de combustible que va a hacer imposible el cumplimiento de la misión.
Así las cosas, y esgrimiendo argumentos de seguridad, la NASA ha postergado el vuelo del orbitador lunar Artemis II, ahora previsto para septiembre de 2025, y el hollar de nuevo el suelo selenita para septiembre de 2026 (aunque, tal como las cosas están discurriendo, este calendario se me antoja harto optimista).
Así que, hasta ahora mismo, solo naves pertenecientes a las flotas estatales públicas han conseguido alunizar suavemente. Correspondiendo este honor a los Estados Unidos, la Unión Soviética, China e India (por cierto, estos dos últimos son los únicos que lo han logrado en los tiempos más recientes).
Lo que concluyo, y es a lo que quería llegar, es que si la humanidad realmente desea expandirse por otros mundos, solo lo podrá hacer desde la iniciativa pública mundial. Cualquier otra alternativa está condenada al más catastrófico de los fracasos. Y es que contrariamente al mantra neoliberal de que lo privado siempre es más eficaz y eficiente, porque la competencia lo arregla todo, los datos objetivos prueban, además de estos sonoros fiascos de la astronáutica de Wall Street, que la privadísima sanidad norteamericana es la más cara e ineficiente del mundo (amén de insolidaria e injusta, por supuesto), que la educación española, en muchas comunidades autónomas soportada mayoritariamente sobre los centros concertados, deja tanto que desear que nuestros alumnos cada vez obtienen peor puntuación en las pruebas objetivas de su idoneidad, que la gestión de muchas entidades financieras fue tan desastrosa y tan llena de irregularidades que a los contribuyentes nos costó un potosí rescatarlas, que otro tanto ocurrió con el sistema de autopistas de nuevo cuño, al que también hubo de salvar el dinero público..., hasta los ejércitos mercenarios han mostrado sus serios inconvenientes, como he comentado aquí no hace mucho tiempo.
Así que dejémonos de consideraciones cínicas y hablemos claro: el misterioso encanto de lo privado no tiene otra razón de ser que la posibilidad de expandir las áreas de negocio de las grandes empresas y, de paso, dado el enorme volumen de muchos de estos contratos y lo fácil que es distraer de ellos cantidades más que apetitosas, que los políticos corruptos engorden sus cuentas a golpe de comisiones.

Los estados capitalistas son, hay que reconocerlo, sistemas muy eficaces de transferencia de riqueza pero de los pobres a los ricos. Esos megaproyectos de ficción científica de colonizaciones planetarias es un claro ejemplo, eso sí disfrazado con el aura del deseo humano de progreso y bla bla bla