13 septiembre (1): Tres en uno
- Javier Garcia

- 13 sept 2020
- 2 Min. de lectura
La denominada "Operación Kitchen" ha sacado a la luz pública el enésimo capítulo en el inacabable culebrón de despropósitos perpetrados durante décadas por "ese partido político del que usted me habla". Siempre se ha dicho que la realidad supera a la ficción; en este caso se podría añadir que las tropelías de los delincuentes a la fértil e incisiva imaginación de sus detractores políticos. Resulta que, tras los bochornosos casos de corrupción y financiación ilegal que han ido desgranándose en el último decenio (algunos de ellos penados con sentencias ya firmes), los patéticos intentos de la cúpula de esta organización, ahora no se sabe a ciencia cierta de qué naturaleza, de acallar a su extesorero y destruir las pruebas inculpatorias, parece que ya tienen testigo (un exsecretario de estado) y evidencias sobre las que fundamentar la imputación de la que fuera secretaria general del partido y ministra de defensa, del exministro del interior, cuyo ángel de la guarda le ayudaba a aparcar el coche y, tal vez, de ese personaje misterioso que aparece señalado en los apuntes del malogrado gerente por una inicial seguida de un prestigioso apellido gallego.
Pero, mis queridos lectores, como en bastantes ocasiones anteriores, no era mi propósito glosar esta triste historia, por otra parte bien conocida, sino dar pie a hablar de un protagonista de la trama, no sé si menor o relevante, sacado del anonimato hace muy pocos días por el periódico de mayor difusión nacional. Me estoy refiriendo al cura que era confesor del ínclito ministro meapilas y que, al parecer, oficiaba como intermediario entre los conjurados. Atentos al currículum de este personaje: miembro de la brigada de información en la policía franquista, juez por oposición, sacerdote a la edad de 51 años, "fontanero" (cualquiera que sea el críptico significado de este sinónimo de plomero) de la Conferencia Episcopal Española y del Vaticano, al frente de los servicios jurídicos civiles de los obispos, mediador en los casos de abusos de menores por eclesiásticos y, para culminar su brillante y poliédrica carrera, candidato (al parecer fallido) a obispo castrense.
¿Y qué pretendo transmitir con la mención a este muñidor de sombras en la sombra? Pues que en torno a él se concitan todos los viejos espectros del tardofranquismo, aún beligerante: la Iglesia trentina, el aparato represor, que ahora se mueve al abrigo de las cloacas e insumiso a cualquier ejecutivo progresista, y un estamento judicial en el que muchos de sus miembros actúan como una casta corporativa reacia al más mínimo cambio. En fin, que el tal sacerdote es tan multifacético y lubricante como el célebre "Tres en uno", y encima luce alzacuellos, que en este país sigue siendo un salvoconducto para incautarse de propiedades ajenas (aunque sea revistiéndose de la dudosa y abusiva legalidad de las inmatriculaciones), eludir impuestos, conspirar, siempre del lado de los poderosos, y encubrir gravísimos delitos contra la libertad sexual o, alternativamente, desnaturalizarlos, hasta reducirlos a la condición de pecados perdonables con el rezo de un padrenuestro y tres avemarías.

Comentarios