13 febrero 2022 (2): Gazpacho de histriones

En medio de las malas noticias (las únicas que suelen merecer las primeras planas), algunos cómicos de la política nos han alegrado estos monótonos días invernales con sus salidas de pata de banco. Efectivamente, después del festival colectivo celebrado recientemente en el Congreso de los Diputados, vino ese encuentro ruso-francés con la mesa más larga del mundo de por medio. Dicen las malas lenguas que los máximos mandatarios acabaron extenuados y afónicos, y otras, aún más viperinas, que hubieron de encender sus respectivos sonotones. Más tarde, vino la diplomacia "seria" a explicarnos el desaguisado de la cita, que por lo demás no arrojó ni un solo resultado práctico, confesando que los del Kremlin le habían exigido al presidente francés una prueba PCR a la que el susodicho rehusó por temor a que los eslavos se hicieran con su código genético. Creo que este argumento oficial no ha contribuido sino a elevar los decibelios de la mofa porque... ¿creía el cinturón negro de la estepa que podría hallar alguna anomalía en el ADN de su ilustre invitado y, sabedor de ella, chantajearlo para mayor gloria de su causa? O, alternativamente, ¿temía el gabacho que se le descubriera algún gen vinculado con la extravagancia de las pelucas rizosas, los lunares impostados y las chorreras infinitas de las cortes de los Luises?

Claro que francés y ruso no han sido más que los teloneros de la estrella de este espectáculo, esa joya en bruto que tenemos como jefe de la oposición española. Tal vez picado por la posibilidad de que su némesis femenina le robe el liderazgo del hit parade de los monólogos (porque aquí no dialoga ni dios) y alarmado por la negativa tendencia de sus expectativas de voto en Castilla-León, ha gastado un buen tiempo y esfuerzo en decorados diversos: pequeñas granjas amables con los animales, plantaciones de secano y plazas de la España vaciada engalanadas con banderas tan grandes como su abandono, a la vez que desplegado el más extravagante de sus repertorios. Argumenta el buen señor la vileza de este Gobierno bolivariano denunciando que se está gastando los fondos europeos en el turismo de otras razas, acusándole de que demoniza el vino pese a que, según él, no hace mucho tiempo, se bebía vino porque no había agua potable y revelando que el malvado ejecutivo ataca a la remolacha afirmando que el azúcar es veneno. Por ahora ha terminado su inolvidable actuación pidiendo "chuletón de Ávila" en la ciudad del mismo nombre, supongo que como expiación del sacrilegio cárnico perpetrado por el ministro comunista, para escuchar cuando se lo sirven que en realidad era ternera gallega.

Como estrambote de este soneto bufo no podía faltar alguna patochada de esas propias de la patria del pato Donald: una congresista del ala más reaccionaria del Partido Republicano confundió Gestapo con gazpacho. La verdad es que no tienen mucho en común como no sea el vinagre, segregado a azumbres por la oradora en el curso de su intervención e ingrediente de la famosa sopa fría andaluza, pero también del chucrut que, supongo, degustaban con fruición los miembros de aquella odiosa policía del pensamiento.