13 diciembre (2): De utilidad pública
- Javier Garcia

- 13 dic 2020
- 2 Min. de lectura
Ayer volvieron a abrir bares y restaurantes. Las calles, que estaban sin pulso, recuperaron su pálpito cotidiano.
No soy mucho de bares, pero esta experiencia me ha persuadido de que la hostelería es una actividad de utilidad pública. Es obvio que, sin sitios para comer y sin alojamientos que proporcionen el necesario descanso a los viajeros, son imposibles muchísimas otras actividades industriales, de servicios y comerciales que, ahora, volverán a reanudarse, si no con la normalidad deseada, sí, al menos, en un grado que esquive la absoluta parálisis económica.
Con ser esto relevante, creo que lo más importante es que se devuelve a la ciudadanía la válvula de escape del coloquio pausado por los tragos; de esos instantes placenteros en los que es posible olvidarse por un lapso de las apreturas económicas y confesarse con un amigo, compartir una cuita, dar a conocer nuevas de comunes relacionados, satirizar a quienes nos subyugan o declarar un amor, aunque solo sea mediante el tímido lenguaje corporal. Y todo eso en un contexto donde somos dueños de nuestro tiempo; sin jefes inquisitoriales, sin tareas urgentes, sin próximos irritantes, sin compañías no elegidas.
El bar es, también, refugio, abrigo de las largas noches, del ambiente frío y desapacible, de las limitaciones de nuestra libertad, que por tan largo periodo venimos sufriendo. Otra vez el vaho de sus cristales esmerilará la fugaz felicidad de unas almas que, por fin, vuelven a contar con el espacio más compartido e interclasista de cuantos, como colectividad, disfrutamos.
Aprovechemos la ocasión, porque los "expertos" (no se sabe quiénes ni por qué se han erigido en profetas de este tiempo que nos está tocando vivir) ya "advierten" de que en Navidad serán inevitables más contagios y opinan, literalmente, "que hace falta más dureza" (no hay más solución al problema que reprimir a la ciudadanía). Con estos presionando, el Gobierno Vasco jugando a ser más garantista que nadie y un ministro de Sanidad, de conducta personal tan poco ejemplar, declarando "que igual tenemos que llevar para siempre mascarilla y no nos parecerá raro", ya os podéis imaginar que, a partir del 7 de enero, todos confinaditos y a trabajar sin rechistar.
¡Ah! A propósito del otro artículo de hoy, con los bares abiertos igual bebemos menos.

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