13 diciembre (1): Ebrios y ahítos
- Javier Garcia

- 13 dic 2020
- 2 Min. de lectura
Leo en uno de los diarios de mayor peso mediático que la compra de las bebidas espirituosas ha crecido un 27 %, la de cerveza un 23,8 % y la del vino un 15,3 %. También ha subido el consumo doméstico de carne (un 7,6 %) y de platos de cuchara (las legumbres, a título de ejemplo, un 16 %).
Algunos me diréis que es natural, que dado que se ha restringido notablemente la actividad del servicio de hostelería, es inevitable el aumento de la cuota doméstica sobre la ingesta total de alimentos y bebidas. Puede que esta circunstancia explique en parte los incrementos apreciados, pero hay que recordar que muchos hosteleros también compran en grandes superficies, que la comida preparada no ha sufrido las restricciones y que esta habrá aumentado sus cifras, posiblemente aún más significativamente que las demás partidas. Así las cosas, lo que pienso es que estamos comiendo y bebiendo más de lo que lo hacíamos antes de que el dichoso virus alterara la vida de miles de millones de personas.
¡Lo que nos faltaba! Ya éramos una sociedad seriamente amenazada por la terrible pandemia de la obesidad y el síndrome metabólico (alta presión arterial y elevados niveles en sangre de azúcar, transaminasas, colesterol y triglicéridos), como para acelerar la deriva hacia la alimentación desordenada, el alcoholismo y, como consecuencia de los confinamientos y las limitaciones a la movilidad, la vida sedentaria.
Así que, mientras creemos preservar nuestra salud a salvo entre las cuatro paredes del hogar, nos la jugamos manteniendo la frustración y la ansiedad a raya a base de platos contundentes, postres altamente calóricos y la embriagadora tontera de la priva. Yo mismo me descubro como nuevo aficionado al vermú de mediodía, sin que decline mi costumbre de regar los mejores almuerzos con unas copitas de buen vino.
Si como consecuencia de esa sobrevenida flojera en los hábitos, o por azar, que es duende travieso y malicioso, caemos enfermos de cualquiera de las patologías que antes del coronavirus nos afligían, que nos pillen con el testamento y las disposiciones post mortem convenientemente redactadas y registradas. Porque, seguro que también lo habéis leído, o experimentado en vuestras propias carnes, han disminuido sospechosa y drásticamente los diagnósticos de las enfermedades más serias y la atención de los especialistas se cita con la eternidad.
A aquellos que sobrevivamos a todas estas desgracias (confío en estar conjugando correctamente si empleo la primera persona del plural), cuando culmine la campaña de vacunación, comenzarán a zaherirnos por nuestro irresponsable aumento de peso y la mala costumbre de empinar el codo más de lo debido. Se gastarán un engordado presupuesto en campañas de concienciación dietética concomitantes con otras, estas de las financiadas por la Unión Europea (o sea, también por nosotros) a demanda de sectores en crisis, para que, por ejemplo, comamos más carne de ovino y cerdo, muy ligeritas ellas. ¡Mundo este!

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