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12 septiembre 2021 (2): El consenso vituperado

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 12 sept 2021
  • 2 Min. de lectura

La palabra más utilizada en el tiempo de la denominada "Transición Democrática" fue "consenso". Para muchos, entre los que me incluía, indeseable consigna pactista de quienes capitulaban y desistían de la "ruptura" (otro concepto entonces en el candelero, que proponía saldar las cuentas pendientes con la dictadura y establecer un nuevo marco de convivencia del que quedarían excluidos cualesquiera tics totalitarios), porque amnistiaba los crímenes cometidos y apuntalaba el poder y las fortunas amasadas al calor de la represión.

Con el tiempo, y pese a todo, he debido reconocer que, aunque medrosa y realizada desde posiciones de partida extremadamente desiguales, a la Transición hay que reconocerle el mérito de que propició el diálogo sin descalificaciones apriorísticas y consiguió numerosos acuerdos entre fuerzas políticas y clases sociales distantes.

No es el caso de ahora. Actualmente impera el maximalismo más contumaz, de modo que la aceptación de cualquiera de las propuestas de la contraparte se considera debilidad o, peor aún, traición a la causa. Al parecer es imposible renovar las más altas instituciones del Poder Judicial, no hay posición intermedia viable entre la independencia y el estado centralista, tampoco se puede alcanzar acuerdo alguno en torno a la reforma de las leyes laborales, el coste energético disparado es imparable, mientras los políticos se encogen de hombros y los empresarios del sector recurren al más bochornoso de los silencios... y se adivina una lucha sin cuartel ni concesión alguna hasta por las últimas migajas del Fondo Europeo de Recuperación a la vez que, intuyo por la ausencia de propuestas claras, casi ninguna Comunidad Autónoma sabe qué hacer con esos recursos, más allá de repartirlos en beneficio de los más poderosos (la primera en la frente ha sido el disenso en torno a la ampliación del aeropuerto del Prat).

Así estamos, viendo pasar el tiempo, paralizados, demorando medidas imprescindibles, empobreciéndonos, haciéndonos más desiguales, negándoles el futuro a nuestros jóvenes, perdiendo los trenes de la digitalización y la lucha contra el cambio climático. Lo que me pregunto es de qué van a hablar nuestros parlamentarios en el próximo curso político. Creo que las cámaras de representación popular confirmarán su presente carácter de cátedras del lenguaje tabernario, el insulto soez y la descalificación sin argumentos. Quienes ganan son aquellos que perdieron las elecciones y que, con la parálisis, eternizan sus políticas sin el refrendo del voto. Hay que hacer algo, señoras y señores, porque aun descartando el imposible acuerdo y toque encararse con la reaccionaria Comisión de la Unión Europea, existen mayorías suficientes; después de todo, eso de no bailarles el agua a los guardianes de la ortodoxia ya lo vienen haciendo los estados europeos más ultramontanos y, al parecer, les sale gratis.

 
 
 

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