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12 marzo 2023 (1): El feminismo en la encrucijada

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 12 mar 2023
  • 3 Min. de lectura

Durante la semana hemos asistido a la celebración del 8M más convulso que se recuerda, muy poco tiempo después de que PSOEy Unidas Podemos discreparan en el Congreso acerca de cómo solventar los problemas suscitados con la aplicación de la ley conocida como “solo sí es sí”.

Y es que el movimiento en favor de los derechos de la mujer se enfrenta a la mayoría de edad y, como todo progreso que ya ha transitado por la primera etapa de la unanimidad, contempla perplejo cómo en su seno se distancian corrientes de pensamiento y se matizan las formas de ser, o aceptar, el ser mujer.

El gran logro es que una abrumadora mayoría social considera hoy irrenunciable que la mujer ha de ser igual al hombre ante la ley, investida de los mismos derechos humanos y ciudadanos, aceptada en el mercado laboral sin discriminación alguna, tratada con equidad en los procesos de selección y perceptora de salario idéntico para la misma formación, experiencia y responsabilidad. Por descontado que ese sentir mayoritario también repudia la violencia de género bajo todas sus formas y asume como necesario luchar contra esa lacra mediante todos los medios legal y democráticamente posibles.

Y hasta aquí llega el más amplio consenso. Porque, si se precisan las posturas, feminismo hay que rechaza los matices en el modo de ser mujer hoy, a la par que crece otro reclamando libertad a la hora de escoger entre practicar el más absoluto mimetismo respecto de los tradicionales modos masculinos de entender la vida o competir por el futuro común desde una óptica distinta,  en la que primen más otros valores: la conciliación, la familia, el tiempo libre… Al mismo tiempo, el feminismo se está dando de bruces con la realidad de un movimiento LGTBI fuerte y muy beligerante; y, consiguientemente, con la necesidad de compatibilizar intereses y derechos, en ocasiones contrapuestos. De igual forma, duda entre considerar ir ligera de ropa, portar jijab o bailar letras bejatorias como un gesto de liberación o un acto de rijosa sumisión; yo lo tengo claro: para mí todo eso es sumisión.

Con todo, tal vez la crisis ideológica actual del feminismo más ortodoxo procede de su radical rechazo al rol desempeñado por los factores biológicos y de su modelo teórico, tan simple que, según sus escasos postulados, todo lo que diferencia al hombre de la mujer tiene su exclusivo origen en la cultura patriarcal, vigente desde hace milenios e impuesta por la fuerza bruta. Es cierto que la manida frase “somos distintos” apesta a reacción, pero ignorar por completo lo que la selección natural ha esculpido en nuestros fenotipos y genotipos y dictado a los instintos durante eones  es abrazar una peculiar forma de pensamiento mágico. Quiero decir que el sexo es animal (acabo de leer a una “iluminada” que, en El País de este viernes, no se explicaba por qué a las mujeres de hoy les gusta algo tan “vintage” como la penetración) y que la paridad obligatoria niega a mujeres y hombres la opción, en el ejercicio de su libertad, de discrepar en cuanto a sus preferencias vitales y habilidades. Estoy hablando de aquellas mujeres que priorizan su rol de madre o, que simplemente, reniegan del modelo “superwoman”, actualmente tan en boga, y que merecen el mismo respeto que todas las demás. Y también hablo de cesar en el estéril empeño de que en todas las profesiones mujeres y hombres estén paritariamente representados; hay preferencias que, innatas o culturales, están ahí, tozudas, sin que el paso del tiempo y la emancipación femenina parezca que las haya cambiado sensiblemente.

Para terminar, concluyo con el dichoso “solo es sí si es sí” censurando la deslealtad en la que ha incurrido el PSOE con su socio de gobierno al presentar una enmienda no consensuada. Los proyectos de ley que se elevan a la consideración de las cámaras son a iniciativa de todo el ejecutivo, no a propuesta de un único ministerio; si el texto pareció bueno a los ojos del Presidente cuando se sometió a votación, y obtuvo el voto mayoritario de los legisladores, lo que habría que haber hecho ante las revisiones de sentencias es mantener la esencia del texto y velar por la interpretación conforme al espíritu, y no a la literalidad.

 
 
 

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