12 junio 2022 (2): A vueltas con la movilidad
- Javier Garcia

- 12 jun 2022
- 3 Min. de lectura
El ininterrumpido aumento del parque automovilístico, las consideraciones medioambientales y el vuelco en el modo de entender el urbanismo, que ha devuelto a los peatones la prioridad que hasta hace poco tiempo se les negaba, calienta un debate con pocas certezas de partida.
Efectivamente, cualquier propuesta de transporte sostenible debe asumir como perentoria e inobjetable la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero y, muy particularmente, de dióxido de carbono. Así que hay muchos ayuntamientos que han optado por poner todo tipo de trabas, desde la tasa hasta la prohibición pura y dura, al acceso de los vehículos más contaminantes a los centros de las ciudades más saturadas y establecer límites de velocidad cada vez más bajos que, además, se supone que disminuyen la siniestralidad y, por paradójico que parezca, proporcionan mayor fluidez al tráfico urbano.
En lugar de los coches particulares proponen un mayor empleo del transporte público, incentivan el cambio al vehículo eléctrico o, cuando menos, a los modelos más modernos y eficientes de combustión interna y, finalmente, ponen a la disposición del público carriles específicos para bicicletas y patinetes.
Todo esto sonaría impecablemente correcto si no fuera porque cada una de estas propuestas chocan contra algunos inconvenientes o limitaciones difíciles de soslayar. En lo que respecta al transporte público hay que decir que las autoridades incurren en numerosas contradicciones: mientras insisten en campañas de concienciación para que se generalice su uso, disminuyen horarios y servicios a la vez que, también en el nombre del medio ambiente, se impele a las pocas empresas que aún residen en áreas residenciales a que migren a parques industriales alejados y, en muchas ocasiones, carentes de más alternativa de comunicación que el vehículo propio. Respecto a la renovación del parque automovilístico, qué se puede hacer para estimularlo en el contexto de una sociedad empobrecida y con los precios de los nuevos modelos al alza vertiginosa; por descontado que el consumidor preferiría un rutilante nuevo modelo, pero debe conformarse con automóviles que, de media, se aproximan a la decena y media de años de antigüedad. Y de los eléctricos mejor no hablar, porque sus precios todavía casi doblan a los de los equivalentes en prestaciones movidos por combustibles fósiles, y porque aún nadie ha considerado si es técnicamente viable un parque cien por cien eléctrico y si las reservas mundiales de algunos elementos químicos imprescindibles para la fabricación de baterías dan para tanto. Para acabar, y en lo que respecta a bicicletas y patinetes, no es nada fácil adaptar el tráfico de una ciudad de antiguo trazado para que acoja carriles específicos para estos vehículos. De hecho, algunos ayuntamientos, más que por pragmatismo movidos por lo políticamente correcto, se han limitado a pintar unas líneas sobre la calzada generando serios problemas de seguridad.
Ante este irresoluble problema de la cuadratura del círculo hay que ser coherente. Lo que no se puede es pelearse por mantener o incrementar la actividad industrial del sector de automoción, aunque sea con el sano propósito de preservar o aumentar el número de puestos de trabajo, y obtener importantes ingresos fiscales mediante el impuesto de circulación y, a la vez, hacer a las conductores la vida imposible con restricciones que, llevadas al extremo y generalizadas para urbes de cualquier tamaño, convertirían al tótem del siglo XX en un trasto inservible.
No os oculto que, a veces, sobreestimo la capacidad de planificación del sistema y malicio que todo esto tiene el propósito de cargar sobre las espaldas de los desfavorecidos la llamada transición energética, descabalgándolos del transporte privado autopropulsado y desterrándolos a los de "pinrel"; estilo Picapiedra, vamos. Mientras los privilegiados, claro, gozarían de las vías desahogadas, pagadas mayoritariamente por los impuestos de los condenados a las cero emisiones.

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