12 junio 2022 (1): Rostro no les falta
- Javier Garcia

- 12 jun 2022
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La sanidad pública sigue estando de sangrante actualidad. Después de dos años en que las administraciones han señalado a la pandemia como chivo expiatorio y justificado la quiebra del sistema sanitario en base a la avalancha de infectados que saturaban tanto la atención primaria como las urgencias y las unidades de cuidados intensivos, el retorno a la normalidad ha puesto de manifiesto que las carencias no eran coyunturales, que el problema es estructural y persiste, si es que no se ha agudizado en estos últimos meses.
Desenmascarados los responsables del desaguisado, parece que no les está quedando otra que salir a la palestra y justificarse ante la ciudadanía con nuevos pretextos, para tratar de convencernos de que esto de que no nos atiendan cuando estamos enfermos es una catástrofe tan inevitable como los terremotos o las pertinaces sequías.
Más o menos eso es lo que ha ocurrido esta semana en Euskadi con la comparecencia pública de nuestra consejera de Salud que, muy entera ella, nos ha venido a decir que "esto es lo que hay". Afirma la señora en cuestión que los usuarios del Servicio Vasco de Salud deberemos proceder a un "cambio cultural" y asumir como natural el tener que desplazarnos para ser atendidos. Esta deslocalización de las consultas presenciales afectará, según la más alta responsable vasca, tanto a los tratamientos más especializados como incluso a las visitas al médico de familia. Proponer como razonable solución a las presentes penurias que la atención primaria requiera trasladarse a otros municipios significa poco menos que abolirla, porque el primer contacto del enfermo con el médico exige inmediatez y proximidad, no solo espacial sino también esa que proporcionan el mutuo conocimiento, la familiaridad y estar al corriente del historial previo del paciente. Alega la interfecta en su descargo la escasez endémica de titulados y culpa de la misma a la errada política de numerus clausus en las facultades de Medicina. No le falta una parte de razón, aunque habría que matizar que las pocas plazas proporcionadas por las universidades públicas resultaron de la presión del lobby médico y de la sumisión de las administraciones a sus bastardos intereses. Con todo, la principal causa de esta gravísima falta de facultativos no es esa, sino la nefasta gestión de personal de la última década, incapaz de planificar el futuro a largo plazo y solo obsesionada por recortar gastos. Así, nuestros médicos han sufrido jornadas extenuantes (las numerosas jubilaciones no se han cubierto con toda la deliberación y alevosía) y percibido unos salarios a la cola de los países desarrollados de la Unión Europea; de modo que muchos de quienes cursaron sus estudios aquí están ahora atendiendo a los pacientes de las naciones que no se muestran tan cicateras. Tampoco tiene un pase lo de la especialización hospitalaria que defiende la Consejera recurriendo a un par de ejemplos muy poco representativos: los grandes quemados a cargo de Cruces y los tratamientos con radiación de protones asignados a Donostia; porque de lo que realmente está hablando soto voce es de, digamos, cardiología u oncología corrientes y molientes. ¿Piensa el departamento de Salud concentrar a todos los especialistas de alguno de estos grandes servicios en un único espacio por cada territorio histórico? Si es así, no queda otra que sospechar que con ello se aspira a reducir plantillas y, consiguientemente, empeorar aún más la atención.
También ha avisado, sin perturbarse, de que se proponen adjudicar a los ayudantes técnicos sanitarios un papel mucho más relevante, de modo que, con gran frecuencia, si no va a ser casi siempre, tengan el primer contacto con los enfermos. Dejémonos de subterfugios, los ATSs no han sido formados ni para diagnosticar ni para proponer tratamientos. Se corre un serio riesgo de que se cometan numerosos errores fatales en la valoración de los casos. Lo que en realidad esconde esta medida es que estos abnegados profesionales sirvan de "stoppers" ante la desatendida e indignada demanda, sufran en sus carnes toda la ira de los desamparados y convenzan a los más pudientes de que han de ir con sus casos a la medicina privada. Como ya he vivido la experiencia de ser atendido por uno de estos infortunados sé de qué va el asunto: para mantener la compostura, te abren un expediente (como si no existiera uno previo) y reparan, como no podía ser de otra manera, en el único dato objetivo del que pueden partir: el índice de masa corporal. Así que de la consulta sales con la desalentadora acusación de que "estás gordo" y habiendo recibido los consabidos consejos de que no fumes, no consumas alcohol, que hagas más ejercicio y bebas mucha agua; todo ello, claro, sin siquiera saber cuáles son tus rutinas. Por cierto, que este impostado énfasis en la prevención no tiene otro propósito que culpabilizar al ciudadano de todos sus padecimientos y hasta de la saturación de los servicios; antes ya se han encargado de publicar en prensa estudios que "demuestran" que no hay dosis de alcohol inocuas ni tiempos de insolación saludables ni placeres organolépticos sin contraindicaciones médicas. Vamos, en la línea de esa otra campaña de propaganda "neocon" que te espeta que si eres pobre es por tu culpa.

lo que pasa con la sanidad y otros servicios públicos se llama transferencia de recursos; en este caso, de la atención primaria (siempre la cenicienta) a las farmacéuticas